Suenan los instrumentos de
viento, los primeros tamboriles y el cortejo emprende su marcha. Quién lo
desee, invitado queda a participar en él. Yo, y esto lo juro, presidiré la
expedición totalmente desnudo, aunque cubierto de ropa. Let´s go!
Avanzaré en orden cronológico,
pues ordenar almas en base a su importancia sería demasiado difícil y, sobre
todo, acusador. Comenzaré así por las personas con las que he convivido de
algún u otro modo: compañeros de piso, agregados a través de ellos y demás
entes que circundantes al 7 de Fedra. Al fin, importantes todos de alguna
forma.
L me hizo sentir envidiado (y
odiado) antes siquiera de ser residente; para P fui el jefe responsable que
nunca quiso serlo cuando se fue H, de quien soy deudor (y amigo) por toda esta
locura. J emigró peor que vino, dejando atrás lo poco interesante que pudo
parecer; M me enseñó que se puede ser mucho aparentando bien poco y encontré en
M&M a Bonnie and Clyde, o a Chip y Chop, o a cualquier otra extraña pareja.
Me quedaron síntomas. Ahora,
cada vez que veo a C creo en la nada recubierta del trato amable; o si pienso
en V, vislumbro que la doble F tiene también algo de morboso encanto.
Por culpa de A y N aún no me
aclaro. El primero, lobo con piel de cordero aseado; el segundo, trasparente
como la mierda. Tras los dos me quedé como al principio, aunque si bien el
segundo fue mucho más sucio, el asco me lo dejó el primero… Misterios de la
vida.
Me declaro culpable de algo:
no más de 20 turnos de limpieza en casi cuatro años de convivencia. Lo ventaja
de esto es que cada vez que movías algo, algo hallabas. Por ejemplo, a mi peor
mejor amigo encontré en B, extrañamente compatible con A, mi mejor peor amigo.
Lo curioso es que aún hoy, años mediante, los puedo seguir definiendo así. Ay…
¡qué C es la vida!
Fui a Sevilla a aprender, y
puedo asegurar que aprendí. Quizá no lo que fui a estudiar pero, ¿acaso
importa? Por ejemplo aprendí con L que cuando el riesgo funciona, funciona muy
bien (o mejor); y con I que los límites entre echar de más o de menos dependen
más de la persona que llega que de la que se fue. Normal si te tropiezas con J,
también conocido como “nos reímos, contagio y no friego los mangos”. Y, por
desgracia, le salió bien. Que lo disfrute con salud.
Aún un par de lecciones me
quedaban por apuntar. Gracias a F me reafirmé en mi odio a la impostura
cultural: la música clásica en pipa y con bata junto a la chimenea frente a la
okupación profesional de espacios con ambientación insoportablemente esnobista.
Por obra y gracia de C me dolí como nunca creí que lo haría… y sigo sangrando.
Jamás volveré a dudar del poder de las armas del cristianismo.
¡Venga va! Para terminar os
regalo una de secretos. A, ambos sabemos que no fue tu hermana quien lo hizo;
V, nunca sabrás si hice lo que hice cuando oí lo que oí… pero apuesto a que te
gustaría; C, por Madrid te hubiera escrito aquel monólogo y lo que me hubieras
pedido.
Uf, por fin el fin. No se me
ocurre nada más. Uy perdón que te olvidaba: K, ¡buenas tetas!
0 comentarios:
Publicar un comentario