El desfile ha de continuar. No
es fácil ir vistiendo a los danzantes de esta procesión con mis mejores
palabras, lo que espero disculpe por tardar más que menos en sacarlos a las
calles de este blog. El recreo ha terminado. The Show Must Go On!
Al comienzo de una carrera que
no me supo llenar (quien sabe si no fui yo el que no supo llenarse de ella) no
elegí mal lugar. Darles la mano a completos desconocidos puede salir mal… No
fue así. A un lado C, la persona más fea que jamás vi; al otro estaba J, la
persona tras el movimiento de orejas. El primero se fue, al segundo lo guardo
conmigo.
No es necesario ir tan
despacio con todos. Puedo disparar más rápido. B fue la extraña belleza del
chándal y la voz dulce; F, el mejor mote de la carrera; P, eras demasiado joven
para ella; C, el Gif que aprendió a guiñar; o A, Córboda lejana y sosa on ice.
Recargo, miro y vuelvo a
disparar en ráfaga. A, seguro que los macarrones eran feos y largos; J, por tu
culpa tuve que tirar mi chupa vaquera;
P, gracias por la risa del pueblo (y la mía); I, o cuando rascarse los huevos
en clase.
Dos años son muchas mujeres…
Vaya por aquellas que sí pero no. Por ejemplo, A y aquellos grandes márgenes
que no contaban nada; o J, lo que pasa es que me cuelgo de tus nerviosas
piernas. Conocí tarde a G, con tanto de ese algo tan nada; y a C que sufrió la
envidia que la afea siendo nueve (y no, no soy gay). Recuerdo vagamente también
a H: de no ser por lo que fumabas no te hubiera robado una sola foto.
Pero muchas mujeres… Vaya por
aquellas que no pero alguna vez. A, Lina Morgan ha llegado a la ciudad; M, de
huir a posar en tres años; C, la sonrisa de la primera dama; S, saberse
exuberante… y saber usarlo; C, y el vestido que nunca sabrá; Y, o cómo la
revolución llegó pintada de mil colores; inseparable de I, o cómo la revolución
se fue a amamantar a otros enfermos. Ah, te lo advierto seriamente N, con mi
colega no se juega, por mucho que él sepa de deportes.
Creo que no entendéis lo que
son muchas mujeres… Vaya por aquellas que no pero que siempre, sí. M, si te
queda así lo que te pones, cómo no será lo que te quitas; B, cuando los pechos
son dos (o cuatro); M, o mi problema con las bajitas; A, la sonrisa sexy
encarnada en las barricadas; y M, como diría nuestro amigo común: más guapa que cualquiera.
Como quien come dejando lo
mejor para el final, voy a soltar lastre primero. I, caramelos para vomitar de
risa en mitad de clase; PP, o mi problema, esta vez, con las pelirrojas; A,
ganando en ganas pero no en talento; P, el premio a la perseverancia sin echar
el frenillo; y C, ni tú te lo crees ni yo te lo creo.
Se acerca el final del plato.
Paladeemos pues. Primero un párrafo completo por M, porque mi periodismo lleva
su nombre. Por ella sigo odiando a I, por si no lo hice lo suficiente entonces;
por ella tuve envidia de A; y por ella bendigo a M, para que la cuide mejor de
lo que yo fui dejando de hacerlo.
Los últimos bocados… Siempre
especiales. E, te esperaré delante del reloj de la escalera justo antes de
naufragar; A, me encantó gemir junto a tus naranjas; M, me quedé con las ganas
de canjear mi victoria al Buscaminas; R, la bella simpatía de un roce de pecho;
J, para mí siempre con el vestido blanco de tu truco, resaltando lo precioso de
tu interior; D, con diferencia, el alma que más extraño (por extraño que
parezca); y M, o cómo transformé mi mayor miedo en mi peor error… Lo siento.
Se me han cansado los pies.
Cierro el desfile por hoy.
Conecten las rotativas.
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