Y lo es por esa forma de
arrancarse la armónica, por su “illooo” buscando que el público cante con su
voz o por la capacidad de hacer que una Gramola
que apenas funciona deje con ganas al respetable de dejar abierta La persiana. Justifíquenlo como quieran;
Albertucho es rock… Pero es, además, otras muchas cosas.
Es un Enganchado a La primavera,
con banjo y a lo loco, que nunca Descuida
la verdad y se presenta gritando sus intenciones a la cara: oye, que Vengo a registrarte el corazón. Y
créanme que lo consigue. Una vez te convence de que todos Somos pájaros (unos más que otros), lo mismo te expone La gravedad de la teoría que te destroza
el capitalismo del corazón porque No hay
nada de valor y, para eso, mejor No
tener nada. Y si se monta una pelea: los llama gilipollas y seguimos. Si es
que… Tiene que haber de tó.
Casi dos horas de concierto. ¡Qué
coño! De Purita dinamita para
recordarnos que debemos olvidar el Tiempo
(vaya regalo nos deja) y centrarnos en la Vida
sin reloj. A fin de cuentas, mejor disfrutar el poco presente que tenemos
que empezar a preocuparnos por Lo
venidero, ¿no?
En el escenario, trabajo en
equipo. Flanqueado por sus dos Compadres (grande -y no sólo por su altura- Jesús Pedrote en la batería y Juan María Mora al bajo) y, sobre todo, por su Ángel de la guarda,
en forma de Una niña que se pasa el
pasado, el presente y el futuro del concierto vigilando para que todo funcione
como debería. ¿Como anécdota?, un monitor de sonido que no suena por mucho que
se cargue la gramola; ¿como resultado? Él
no murió. Cuanto más oscura es la noche, más brilla la Estrella.
Cuando la música se apaga, me revuelve
la sensación de que tengo que escribir sobre ello, sobre mi nueva experiencia
en un concierto de Albertucho (y ya van… muchos). Lo escribiré cuando esté en El pisito, junto a La gata que colma el vaso de mi Alegría.
Para quien no me conozca, soy uno
más. Mi propio Superhéroe del sillón, como
muchos de vosotros, con el único fallo de escuchar demasiado ese corazón que no
me Deja de mandar. Ya le facilitaría
yo la fuga como ese cobarde que soy (y que somos), como la primera rata que
abandona el barco, como uno de los muchos grumetes que tiene este Capitán (de los putos) cobardes.
Muertecito estoy de ganas de volver a volver a repetir.
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