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    Ahora con más Twitter

Pero que no lo llamen Twitter

Partamos de la base de que cada uno es libre para hacer y decir lo que quiera siempre que no coarte la libertad de los demás para hacer lo propio. Gracias a esta libertad, yo puedo decir lo que estoy a punto de decir y vosotros podréis llevarme la contraria, pensar diferente y hasta pensar que soy imbécil. Dicho queda.

Ahora, hablemos de Twitter; hablemos de EGO (en mayúsculas). Me gusta Twitter, diré más, me encanta. Me parece una herramienta de comunicación muy bien pensada, planteada y ejecutada. Es rápido, ágil y sencillo de manejar a poco que te esfuerces. Como instrumento, por tanto, le doy un sobresaliente. Ahora bien… ¿Qué pollas le pasa a la gente en Twitter?

La mayoría del personal que sigo (y eso es lo peor, que los sigo siguiendo) creo que no entiende Twitter como yo lo hago. Para mí, Twitter es una herramienta de circulación de información brutal, y que conste que no hablo sólo de información de la denominada “seria”. Cualquiera que me siga, ya sabrá que más de la mitad de mis tuis son pamplinas sin oficio ni beneficio ninguno, pero para mí, eso es información “valida”.

¿De qué me quejo entonces? Del EGO de que provoca Twitter. Los famosos cinco minutos de gloria se han convertido en la ardua labor de buscar el retuiteo como si lo pagaran. Gente que ruega a otra gente que no conoce de nada que le retuiteé y si esta (por pena la mayoría de las veces) lo hace se jacta de ello ante sus amigos como si el mismo Dios lo hubiese nombrado en sus sagradas alabanzas. ¿Tan pobres de espíritu somos? Pensadlo fríamente. Pedir el retuiteo es como si fuésemos por la calle y, al ver un famoso, le contaramos un chiste y le pidiéramos que gritara a le ha gustado nuestro chiste… Da penica.

Ojo, no digo que nadie deba alegrarse de que alguien lo retuiteé; eso me parece genial. Lo triste es ir pidiéndolo para después sentirnos grandes. Pues oiga, no.

Pero esto no es todo, los hay peores. Aquella persona que se dedica a retuitear SÓLO a aquellas personas que le ponen por las nubes. Esa gente que, en estos tiempos que corren, no tienen (ciber)abuelas y se dicen a sí mismos lo que otros están diciendo de ellos. En este caso, Twitter es utilizado cual Jess-Extender que hace posible el chupar nuestro propio pene.

Por último, al menos de lo que hoy quiero mencionar, están los que quieren un blog y todavía no lo saben. Gente que no comprende que si la limitación de 140 caracteres existe es por algo y que quizá, deberían respetarla. Me gusta leer a los que sigo, obviamente, pero me gusta decidir si quiero hacerlo o no, no que me lo impongan en mi tablón tuitero.

Esta es mi visión de Twitter y el ego que lo rodea. Sé que será criticada por algunos y comprendida por otros, pero que tranquilo me he quedado.

En resumen, y emulando una frase muy en boga en los últimos tiempos diré que aquellos que quieran sentirme mas guays pidiendo que alguien se lo diga; o aquellos que quieran decirse a sí mismos lo guays que son y como molan en 140 caracteres que lo hagan, pero que no lo llamen Twitter.

Y prejuicio (reflexiones sobre un renacentista de chichinabo)

El título casi nada tiene que ver con lo que van a leer a continuación pero tiene sentido si visitan la página web de mi compañero y amigo (y calvo) Juanma Suárez: http://lahipocondria.com/?p=1099

Tiene sentido porque es la continuación del mismo hilo conductor: la admiración y respeto que sentimos por la misma persona; la del pequeño gran Tappy. Y, aunque siempre lo he pensado, ahora puedo decirlo sin que me señalen con el dedo como el pelotilla de la clase: ya no es mi jefe, ahora simplemente (aunque en realidad no es nada simple) es mi amigo.

Como cómico, más que cualquier cosa que yo pudiera decir para que lo conocierais, lo mejor que podéis hacer es poneros uno de sus monólogos. Su humor lo define: ágil, inteligente, constante y sobre todo, divertido. Si lo tuviera que definir lo haría con una expresión que dice mucho aunque suene a frase hecha: “Es un profesional del humor” (que bien suena).

Si yo sé algo de esto de hacer risa, apuesten sus miembros más queridos que lo he estado aprendiendo de él. En esto soy muy Juanmasuareño: Si alguien ha confiado en mí y me ha visto futuro encima de un escenario es él; tanto, que a veces me ha costado una bronca suya, de esas en las que sus frases acaban con caritas sonrientes (joder, témanle a sus caritas sonrientes).

Luego está el orgullo (copio el término porque es el más adecuado) de poder llamarlo amigo, ese es otro tema mucho más importante si cabe. Puedo decir con una sonrisa de tranquilidad que Tappy ha sido SIEMPRE el amigo que yo raras veces me he merecido. Esto lo sabemos los dos, aunque él no me lo diga por cortesía (carita sonriente).

Y pasa el tiempo y todo sigue igual. Es simple y el mejor ejemplo de todo esto que os estoy soltando: ¿Sabéis de esas personas que hacen la excepción en nosotros; esas que pueden pasar meses sin veros y cuando os reencontráis, nada ha cambiado? Pues ahí tenéis la explicación de por qué debía escribir estas líneas.

Por eso y para desearle la mejor de las suertes en este nuevo paso hacia delante; sé que irá bien así que lo que espero es poder verlo de cerca. Nosotros iremos detrás. Como le dijo cierto hombre en cierta discoteca en cierto pueblo vitivinícola: “Tu da el paso y así me vas marcando el camino…”.

Suerte y gracias por todo ¡JEFE!

El Dewater electoral

Abre un periódico. Enciende la tele. Pon la radio. Entra en Internet. Sal a la calle… Hoy, hagas lo que hagas, todo es política, todo es el (des)esperado debate por las elecciones del 20-N (que por cierto, lo dejo caer, es mi onomástica).

Pues hoy, día de debate, estoy asqueado. No debería quizá uno meterse en un blog como este en esos berenjenales pero joder, casi que tengo que acompañar al resto de medios… Voy a hablar del debate (sí), y lo haré mal (sí), y lo haré sólo partiendo de dos bases: la licenciatura que poseo en esa cosa llamada Comunicación Audiovisual y el sentido común.

No son pocas las referencias que existen acerca de la importancia de la imagen en política: la manera de hablar, de moverse, de vestir y hasta de eructar para dentro si nos ponemos; pero esto me parece una locura. Y no me malinterpreten, las locuras están muy bien para entretener cuando la panza está llena, pero en estos tiempos famélicos… Mejor que dejemos de estar locos, al menos por un rato.

La mismísima Lady Gaga, reina de lo estrafalario y del sobrepasarse en lo esencial, se queda en pañales (cosa que, por otro lado, le gustaría) si la comparamos con todo este pifostio. Y no, no estoy hablando de los 500.000 eurazos que cuesta la broma (que es de hacérselo mirar): 90.000 en alquilar el sitio, 80.000  en decoración, 20.000 en catering… ¡QUE SE VAYAN COMIDOS DE CASA, COÑO!

Y después, todo lo demás… A saber: tiempos cronometradísimos hasta el extremo, árbitros de baloncesto para que se cumplan los tiempos (¿podrán pitar pasos, campo atrás o antideportiva?), temas pactados, etc. Yo, de verdad, flipo. Flipo y me abstengo.

Porque no sé qué votaré aún, pero a esta hora de la tarde tengo muy claro que no voy a ver este mal llamado “cara a cara”. Y digo mal llamado porque cada candidato cuenta con seis asesores aunque, eso sí, no son inútiles totales hombre y sólo uno de ellos podrá estar en el plató. Pues vale.

Y conste que me parece genial, necesario y hasta fundamental que los distintos partidos enfrenten sus ideas en un debate pre-electoral; es fundamental, repito, que todos podamos conocer sus propuestas, ideas e ideales (cosas muy diferentes para lo mucho que se parecen), pero no a este precio. No al precio de hacer del debate un combate medido al extremo. ¿De verdad hay tanto miedo a la improvisación? ¿Qué tienen que esconder para tenerlo todo tan medido al milímetro? No quiero ser demagogo pero me está doliendo todo esto como ciudadano con dos dedos de frente que me considero.

Lo tengo muy claro, si los dos candidatos consienten que se gaste ese dinero y de esa forma para que pueda celebrarse un debate… ¿De verdad queremos que alguien así nos gobierne? Si cualquiera de los dos (cualquiera, no tengo color para esto) hubiera dicho al ver lo que se estaba montando: “Señores, ahorremos en esto para otras cosas y discutamos en un plató normal o hasta en la terraza de un bar de lo que de verdad importa…” contaría con mi voto y hasta me pondría un avatar con su cara.

Pero de verdad, de verdad que me niego a que se lie todo esto para que estemos como al principio, vestidos de palabras pero desnudos de todo lo demás. Aquí no se va a convencer a nadie; cada uno va a aplaudir lo que diga el suyo y sí, esos aplausos nos van a costar más de 500.000 eurazos.

Hoy, a las 8, apago Twitter, la tele y me pongo una serie, un libro o una peli… El mundo de mis ficciones es más real que todo esto.

PD. Propongo el debate a lo “Furor” o en el plató de “Ahora Caigo”… Al menos, me reiría.

Reencuentro

"Soy un hombre que vive en el siglo XXI pero educado en el XX con la mentalidad del XIX". A menudo recuerdo esa frase que un profesor de griego que tuve dijo un día en clase como muestra de su mentalidad. Pues bien, por mi parte ya es definitivo: Me estoy haciendo mayor.

Que no se extrañe nadie, siempre he sido así. Me temo que siempre he estado por delante de los intereses de la generación que, por nacimiento, me correspondía. A saber: si mis amigos pensaban en jugar, yo pensaba en estudiar; si mis amigos pensaban en estudiar, yo pensaba en trabajar... Sólo espero que el ritmo frene un poco porque sino, cuando mi generación empiece a trabajar yo ya querré jubilarme y cuando todos nos jubilemos, yo ya estaré pidiendo tierra...

Exageraciones aparte (quien me conozca ya sabrá que soy muy amigo de las hipérboles), nací en la (de)generación errónea. No me entiendan mal, adoro las libertades del momento en que vivimos, el bienestar social en que me he criado y en el que espero pueda yo también criar. No hablo de añoranzas de otros regímenes o formas de gobierno, Dios me libre (nunca mejor dicho). Hablo sólo y exclusivamente de mi generación.

Tampoco quiero decir que odie todo lo que me rodea y no me identifique con nada... Soy hijo de mi tiempo y se me nota en las maneras... Creo que lo mejor para explicarme será poner un ejemplo, así, al azahar.

Recientemente me etiquetaron, por esa red social con nombre de número inglés mal escrito, en una fotografía en la que aparecía la puerta principal de mi antiguo instituto. En el título: "reencuentro.." (sí, otro día hablaré del binómio redes sociales/ortografía). Me alegré desde el primer momento porque intuía la posibilidad de ver a algunas de las personas que durante casi un lustro habían participado activamente en mi vida.

Se comenzaron a publicar los comentarios de todos los implicados. Cada uno proponía su idea para tal magno evento y, algunos otros (entre los que me encuentro, como no), pues se dedicaban a poner comentarios absurdos... En fin, lo que viene siendo participar de una red social. Obviamente, no se llegaba a ninguna conclusión seria.

Pero de repente, surgiendo de entre una amalgama de planes que no llegaron a buen puerto, alguien dijo la palabra mágica: "botellón". Ocho palabras y una tilde (obviamente la tilde la añado yo, en su versión original fue olvidada) que son capaces de conseguir que los planetas se alineen para poner a todo el mundo de acuerdo. La moción fue secundada por la inmensa mayoría de los implicados.

El problema reside en que, mira las alturas de la vida en que nos encontramos y yo, sigo sin beber. Nunca me he emborrachado y, para colmo, odio las discotecas a un nivel más que razonable (menos aquellas que me contratan para actuar, vosotras chicas, sí que lo valéis -guiño, guiño-).

Sabiendo ya que un plan de tal calado no está trazado para los ánimos de reencuentro de un servidor, sigo leyendo las opiniones que continúan naciendo. El plan se va concretando. Aparece entonces el mágico comentario que me inspira este largo soliloquio; alguien dice que lo que hay que hacer es un botellón en el botellódromo (mágnifico palabro por cierto) tras cenar cada uno en su casa y que después, cada uno que haga lo que quiera. En resumen: quedemos en un descampado durante un par de horas para ponernos ciegos... Nada más.

Lo curioso no es la propuesta del plan sino la aparición instantánea de salvas y vítores que saludaban contentos el programa festivo del evento... Todos convencidos y entusiasmados...

Quiero dejar claro en este punto que no intento criticar con mala fe los planes que se fomentan en la juventud que vivo, ni mucho mayor acusar a nadie de nada. Simplemente estoy exponiendo mi opinión: yo no entiendo nada.

Pero que conste que será culpa mía porque tantos jóvenes no pueden equivocarse. Debe ser que me criaron mal; o que nací, como mi profesor de griego, en la era equivocada; o simplemente será que ahora debe llegar en mi relato la estructura circular para volver a afirmar lo mismo que al principio: Me estoy haciendo mayor.

PD. Puede que no haya aprendido nada realmente importante de esta historia pero la próxima vez que intente ligar con una chica me inclinaré sobre ella y le susurraré al oído: "botellón". Creo que, visto lo visto, la convenzo seguro.


Vivo para hacer tonterías

Decidido. Lo hago. Vuelvo a escribir, vuelvo a ensayar y, si todo sale bien, volveré a actuar.

Varios cursos después, acabada la carrera y sin más futuro que la cola del paro (probablemente, la cola más larga que jamás tenga relación conmigo) quiero volver a subirme al escenario. Nunca lo dejé para siempre pero bien es cierto que nunca estuve del todo. Dicen que no se puede querer a medias; yo añado que tampoco actuar, al menos si quieres hacerlo bien.

Tengo bastante claro lo que quiero hacer en el futuro, el (bendito) "problema" es que aún me queda todo un presente por vivir. Y mira que podría perfectamente esperarlo sentado en la sala de estar con una copa junto al fuego y acariciando a un gato recostado sobre mis faldas pero he decidido que mejor lo espero haciendo reir o, al menos, intentándolo. Así, cuando llegue el futuro, nos pillará un poco más felices a todos.

Me encanta la radio. Creo que siempre lo he sabido pero nunca he querido enterarme del todo. Me explico; cuando uno es pequeño y le ponen Jurassic Park piensa irremediablemente "eso quiero hacerlo yo". Sueña con crear mundos y contar historias para que el mundo las comparta y las disfrute con él. Todos queremos ser Spielberg. Lamentablemente, la mayoría se queda en el camino fundamentalmente por dos motivos: o faltan las oportunidades o no sobra el talento (y curiosamente, muchos de los culpables de lo segundo culpan a lo primero de su fracaso).

En mi caso, comprendí hace mucho tiempo que el cine me gusta, pero no me enamora... La radio sí. No me cierro puertas, sobre todo porque me encanta escribir, pero a día de hoy tengo claras mis predilecciones; mis niños bonitos... Intentaré hacer cine de algún modo; voy a hacer radio de cualquier forma.

Algún día loaré como se merece a dicho medio pero hoy no es ese día. Hoy debo crear una declaración de intenciones y actuaciones, hoy debo comprometerme con el humor. Tengo mis motivos.

Empezaré por los, probablemente, menos importantes: los motivos profesionales. Creo que seguir escribiendo y actuando es una forma tan buena (o quizá mejor) como cualquier otra de comenzar una carrera profesional. Quiero seguir aprendiendo, mejorando. Nutrirme en el arte de comunicar a otras personas y, por qué no decirlo, a un público.

Es un buen camino por el que comenzar a acercarse a la meta.

Luego vienen los motivos importantes y, me declaro culpable desde ya, lo más cursis: las personas. Quizá muchos no podáis entender esto pero creo que no hay nada más bonito que hacer reír. A veces lo he dicho al terminar una actuación, cuando aún no me había bajado del escenario: "Pido un aplauso para el dueño del bar que nos ha permitido venir aquí para que os olvidéis de la vida real durante un ratito..." No lo sabéis pero es mágico.

Situarte delante de personas que no te conocen de nada y poder (y saber) alegrarles los siguientes minutos simplemente usando tu trabajo. Lo repito: Mágico. Verles caer en tu trampa, esa que has planificado contra el papel para que llegado el momento justo, todos se unan por un mismo gesto: la risa. Es una unión momentánea, débil e incluso vacía, pero es unión al fin y al cabo... Eso, amigos míos, es algo que me gusta, que me encanta y que, como la radio, me enamora.

Los que me conocen sabe lo mal que lo paso cada vez que tengo que actuar: ganas de vomitar aumentando, nervios y hasta miedo. Los que me conocen saben lo bien que me siento cada vez que termino de actuar: subidón post-escenario, risas con la gente y hasta felicidad. ¿Se necesitan más motivos?

NO, pero aún así, los tengo. Además, vienen con sus nombres propios y todas sus cositas, sí señor...

  • Quiero seguir subiéndome a un escenario por la carita de felicidad que se le pone a Lidia cada vez que me bajo de él, porque sé que es una forma alternativa (una más, y seguiré buscando), de hacerla feliz. 
  • Quiero seguir subiéndome a un escenario porque, de una forma muy muy heterosexual (bueno, quizá no tanto) adoro y admiro a mi compañero y sin embargo amigo, Tappy. Sé que tengo su apoyo para seguir con esto, sé que quiere que lo haga y yo creo que ya es hora de empezar a hacerle caso. Se lo debo. Le debo ir cambiando mis eternos "a lo mejor" por unos "sies" que se cague la perra. 
  • Quiero seguir subiéndome a un escenario por mi otro inseparable y también admirado, por mi Juanmita, al que también le debo muchas actuaciones. 
  • Quiero seguir subiéndome a un escenario porque he conocido a grandes personas sobre ellos. Iba a poner sus nombres pero se me seguían ocurriendo más y más... Para que no se olvide ninguno. 
  • Quiero seguir subiéndome a un escenario porque tengo que perder el miedo. Mis amigos de siempre creen que es mentira eso de que yo hago risa y tengo los cojones para subirme a un escenario. Debemos solucionarlo. 
  • Y, como motivo final y más evidente, quiero seguir subiéndome a un escenario porque... Coño, porque quiero seguir subiéndome a un escenario.

Ahora, una vez escrito esto, viene lo complicado: hacerlo. Lo voy a intentar, lo voy a intentar mucho. Si fracaso, siempre podré hacer como esas personas del cine que nombre antes, siempre podré decir que no me dieron oportunidades.

PD. Os dejo con el que, perfectamente, podría ser mi modo de vida pero que le he tenido que "robar" al rapero Tote King que se me adelantó al pensarlo: "Vivo pa' hacer tonterías y que mi gente se ría. Pa' mi un fracaso es no tener bromas un día".

El deporte rey

Me gusta el ciclismo, lo digo así, sin tapujos. Bueno, un poco más, me encanta. Mucha gente no lo comprende, muchos no lo quieren comprender. Es aburrido, siempre lo mismo... Y puede que lleven razón pero lo que yo veo, en su estado más natural, es la esencia de la competición más pura.

Y saltarán las voces denunciando la competición adulterada, que todos van dopados, que son unos tramposos, que eso no tiene nada de puro... Y, de nuevo, puede que lleven razón pero en todas partes cuecen habas y si en el futbol se compran partidos o en el tenis tres cuartos de lo mismo; el ciclismo también sufre su propia lacra. No estoy justificando este tipo de actos, por supuesto, pero puedo comprender más al que hace trampas para ganar que el que paga para que otros se dejen perder... Lo ideal es lo puro, pero parece eso mismo, demasiado ideal.

No obstante, no escribo esto como un ensayo para hablar de los problemas del ciclismo sino de sus grandezas. Frecuentemente, la admiración y la envidia van de la mano (aunque nos cueste reconocerlo); quiero reconocer la profunda admiración y la enquistada envidia que siento cuando veo a estos hombres bailando sobre la bicicleta después recorrer de 150 kilómetros y con un coloso natural que se levanta ante ellos. 

Ver a un hombre entrar llorando en la meta y apoyarse sobre una valla publicitaria para volver a respirar trozos de su alma para mí es la imagen del deporte, para mí es lo que debería ser cualquier competición. Solos sobre sus herramientas de trabajo; solos aún rodeados de 200 personas más. Nadie va a subir por ti, el sálvese quien pueda ha llegado y puedes colaborar, pero tus mejores gregarios los tienes pegados a los pedales.

Los superhombres más cercanos a su público, los superhombres probablemente más infravalorados. 
Lo primero, porque ningún deporte como el ciclismo permite al público sentir el esfuerzo del deportista; es un pacto no escrito: yo te espero en esta montaña durante horas para verte dos segundos, tú das el resto para devolverme el favor. 
Lo segundo porque siendo uno de los deportes más duros, seguramente sea de los peores pagados (a nivel profesional, claro). Dinero llama a dinero y un escupitajo de Cristiano Ronaldo o Messi dobla el valor de un maillot amarillo del Tour. Triste, sí; cierto, también.

Y acabo de escribir todo esto sin ningún orden, simplemente porque hay cosas que sientes e intentas transmitir. Escribo todo esto porque estoy emocionado de poder disfrutar de algo así, escribo todo esto porque quiero dar las gracias por poder verlo.

Quizá muchos sigáis sin entenderme. Quizá algunos empecéis a hacerlo. Yo me he quedado tranquilo.

PD. Dedicado a Juanmita Suárez con el que comparto esta afición (y otras muchas cosas...)

Para muestras, un botón

Apaga el monitor del ordenador; cambia el canal de la televisión; enciende la campana extractora de tu cocina; escribe un artículo para el blog... Todas estas acciones sirvan de ejemplo para otras tantas con las que comparten una misma particularidad: "la mediación de los botones".

Estoy hablando del botón que podríamos bautizar como "botón tecnológico" o "tecno-botón". El tecno-botón es un símbolo de la posmodernidad, siempre dispuesto a echarnos una mano. De hecho, por eso los chicos que suben el equipaje en los hoteles son conocidos como "botones".

Haberlos, haylos de toda clase y condición social: pequeños o grandes, duros o blandos, bonitos o feos... Y hasta masculinos y femeninos si me permiten engarzarlos con los genitales de ambos sexos.

Las funciones de los botones son múltiples y existe un botón para cada cosa que penséis. E incluso todo lo contrario, todos nos hemos topado con un botón alguna vez en nuestra vida que no hemos sabido muy bien para que servía. La frase "esto no sé para que és, pero no lo toco por si lo jodo todo..." a todos nos viene a la mente al recordar alguno de estos botones.

Yo, si escribo todo esto, es sólo para dar el lugar que se merece en la historia a un botón que todos hemos usado alguna vez y, me temo, que todos para lo mismo: ¡EL MUTE DEL MANDO A DISTANCIA SOLO LO USAMOS PARA VER PORNO!

Cuan grandiosidad la de ese botón. Al amparo de la noche, cuando todos se han ido a dormir, el o la joven (mejor dicho, el y la joven) alocado y onanista se prepara para un momento de placer, de encuentro consigo mismo y hasta diría que de instrospección en su alma.

Lo dispone todo para tan magno evento pero al poner la pieza audiovisual erótica (o cualquier otra cosa, que los hay muy raros por ahí), corre al mando a distancia y pulsa ese símbolo salvador de tantos adolescentes: el altavoz tachado con dos aspas. Oh, eso sí que es sentir el control de la situación...

Pero... ¿por qué es necesario este botón? Porque, amigos, si dicen que de noche todos los gatos son pardos, no es menos que cuando ves porno por la noche tu padre se transforma en una suerte de ninja capaz de atravesar todo el pasillo sin hacer ningún tipo de ruido... Tenemos el derecho de poder cubrirnos las espaldas ante una situación tan embarazosa.

Para nadie es plato de buen gusto tener que realizar lo que se denomina "el combo del disimulo". Esto es, al notar que alguien abre la puerta que tu cuerpo se transforme en pura rapidez y coordinación para cambiar el canal del mando, taparte tus verguenzas y poner cara de "aquí no pasa nada". Esto suele acabar contigo respirando de forma agitada mientras en la televisión, sin volumen, una vidente hace sus predicciones... Cuanto menos sospechoso.

Del inventor del "mute" nada más se supo lo que quizá haga aún más grande su figura. Sólo sabemos con certeza que fue un hombre de a pie y, posiblemente, que tuviera un padre con constantes ardores de estómago nocturnos... Ah, y que fue el primer hombre en poseer al perro más callado del mundo: el Alaskan Mala-mute.

Por todo lo ya expuesto, sólo pido que gritemos fuerte en nombre de todos y todas: ¡GRACIAS HOMBRE DEL MUTE!

El Derecho me la pone recta

Estoy de exámenes.

Los exámenes son esos momentos del año en que la cara se me comienza a despellejar, como más de lo que debo y aprendo menos de lo que era costumbre en mí. He ido perdiendo facultades, pero siempre me quedará la de Comunicación... Perdón...

Mi estado mental es más lamentable aún de lo normal y las neuronas me patinan. Eso no es nada bueno en alguien como yo, que por defecto ya soy bastante imbecil. Nada bueno puede salir de ello.

Para muestras, un botón. Llevo todo el día estudiando Derecho Audiovisual, una asignatura con unos palabros imposibles en frases ya de por sí incomprensibles. A pesar de ello, me he excitado y me ha dado por escribir un relato erótico.

No obstante, como soy imbecil, no podía hacerlo al estilo tradicional sino que todo esto que me va entrando en la cabeza tenía que salir por algún lado y al final... Se me ha derramado aquí. Ahí va mi relato erótico, dedicado con todo mi cariño a mis compañeros que se encuentran en mi misma situación...

"Allí estaba yo, con mi sesión de investi, muy dura. Ella se acercó a mí, contoneando sus Cortes Generales y tuve que actuar de oficio. Agarré su supremo órgano fiscalizador y llevamos a cabo actos sometidos al Derecho.

Todo se volvió completamente inconstitucional y dejamos a un lado las leyes; cuanto más orgánico me mostraba yo, más ordinaria se volvía ella. Perdimos la integridad de nuestros territorios más tratados internacionalmente y comenzó a trabajar mi rango de ley. Mientras tanto, yo le hacía una buena moción en toda su censura… Era cuestión de confianza.

La tumbé para trabajar más cómodamente su división de poderes; ella, apoyó mis competencias. Le pregunté si quería seguir en el ¼ y ella lo aprobó con su mayoría absoluta. Empecé a sufragarla universalmente mientras ella gritaba: EEAA, EEAA… Luego siguió gritando: FFAA, FFAA, CCAA, CCAA… y terminó con un gran ECOSOC…

Cambiamos de posición, pero su persona se volvió inviolable. Yo quería darle de pleno en toda se sesión pero perdimos el control. Me enjuició contra la pared por los delitos relacionados con el ejercicio de mis disfunciones. Mi miembro pedía su propia autonomía y la satisfacción de su interés social. La cogí y dejó de ofrecerme oposición (dados mis méritos y capacidades). 

Cogí una cámara para grabar nuestros miembros pero cuando intenté poner mi órgano de gobierno en su poder judicial… Todo se disolvió. Aquella postura era incompatible con todo mandato representativo. Mi orden penal no entraba por su mandato anual… 

Ella se puso en estado de alarma y yo, haciendo una excepción, me fui de aquel sitio. Y así acabó todo, simplemente porque no me cabía el indulto."

Lo sé, estoy enfermo...

Seamos serios: Apología de la risa

Escueto y directo. Una forma de no decir nada; una manera de descontar historias... Así vuelvo a inaugurar un blog inconstante como él solo: no quiere irse pero no sabe quedarse.

Vuelvo a Internet con un diseño que dice que tengo Twitter y que hasta lo uso (así de loco estoy). Un diseño más serio, más maduro, más sexy... Vamos, inspirado en mí. A partir de aquí ni prometo ni dejo de prometer, ni digo que me quedo ni que me voy. No quiero despedirme para quedarme. Sólo estar (y viceversa de vez en cuando).

Me sorprendí hace unos días dibujando palabras sobre un papel. No perseguía ningún tema y debe ser por eso que lo encontré: la risa. Esa "Madame" de la que estoy enamorado y que siempre me saca unas protitutas de lujo: la siempre refinada sonrisa, la exuberante broma y hasta el cachondeo, un machote donde los haya. Es mi punto de apoyo, mi forma de salir adelante y mi espejo para mirar hacia detrás.

Letra por letra, cada una más moña que la anterior, creo que puedo presentar estas líneas como mis principales principios. Resumiendo mucho, mi leitmotiv.

  • Nunca fui mas féliz que en los buenos momentos, porque siempre iban cargados de risas, porque son los que he aprendido a recordar.
  • Si tuviera que vivir para siempre, sería riendo; cuando tenga que morirme, será de risa.
  • Si soy capaz de hacerte sonreír, he ganado la batalla; si nos reímos por reír, hemos ganado la guerra.
  • Si te has reído conmigo, de nada; si nos hemos reído juntos, gracias.
  • Porque, en definitiva, mi única obsesión es la risa; y si te la robo, te la regalo. 
Que bien sienta estar de vuelta...

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