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El pequeño abejaruco

La Navidad asoma la pata por debajo de la puerta y yo, además de anunciar una remodelación pronta de este espacio para convertirlo en otra cosa, quiero también hacer un regalo. En primer lugar a mí mismo o, mejor dicho, al chaval que fui hace ahora 9 años. Por aquel entonces ya me gustaba reírme casi tanto como ahora y más aún cuando me ayudaban a hacerlo.

Así descubrí en mis noches un programa de Canal Sur Radio llamado El pelotazo donde, además de información deportiva, contaban con un espacio llamado La leña (creo recordar) que me ha dejado muchas carcajadas en medio de la oscuridad y que supo avivar dos aficiones que hoy son casi profesionales para mí: la radio y el humor.

Yo tenía por aquel entonces 15 años y, por supuesto, ni por casualidad me imaginaba que algún día iba a conocer a dos de los imitadores del programa (los enormes Luis Lara y Bienvenido Sena), ni mucho menos que serían jurado de un concurso en el que participaría. De hecho, ni siquiera les ponía cara por sus voces, sólo sabía que eran de Jerez.

Tampoco imaginaba entonces que nueve años después coincidiría en la boda de una amiga con mi admirado y genial José Guerrero “Yuyu”… Hasta me sentí importante por esta coincidencia. Yo tenía 15 años y para mí ellos eran estrellas. Hoy tengo 24 y me lo siguen pareciendo.

Pues bien, estos tres caballeros son segundos destinatarios de este “regalo”. Primero yo y luego ellos. No porque el burro vaya por delante sino porque a mí me hace más ilusión que a ellos. Seguro.
¿Qué nos voy a regalar…? Una poesía. Una ya publicada y, lamentablemente para el que esperase alta literatura, escrita por mí.

Sí, hace nueve años escribí para el último programa del año de El Pelotazo (debía de ser casi por estas fechas) un mail con una poesía dedicada a los personajes del show. Era mi humilde homenaje a un programa que me había dado tanto, y ellos me devolvieron el homenaje a mí dándole vida en antena. Lo que hoy dejo es el resultado que grabé en cinta en mi vieja radio. Lo he “digitalizado” y sí, podría sonar mejor pero también podría haberlo perdido.

Así que, señores Yuyu, Luis y Bienve… Si es que llegáis a leer esto: GRACIAS por la risa conseguida. Hoy, aunque sea por un ratito, vuelvo a ser un pequeño abejaruco.



En una carilla: Si los infieles no van a la montaña...

Da mucho miedo. Mahoma me recuerda a Candyman y si lo nombras más o peor de lo debido, alguien aparecerá para atacarte. La matanzade Bengasi se me antoja la más nefasta y sin embargo efectiva campaña de promoción para cualquier producto audiovisual que haya existido jamás.

El salafismo es un acelerante combustible de gran rapidez: le acercas una pequeña llama et voilá, ya tienes un gran infierno montado. El problema reside en que cualquier cosa puede ser una pequeña llama: la caricatura de su profeta en una viñeta nórdica, una niña discapacitada que profana su libro sagrado o una seudopelícula satírica. No existe libertad interpretativa cuando se trata del Corán.

Y nadie lo ignora. Los Monty Python produjeron la genial La vida de Brian y no la de Abdel porque sabían lo que había en juego. También lo sabía el equipo de esta creación audiovisual a los que sinceramente imagino pensando que se les ha ido de las manos la broma, no tanto por lo inoportuno de su obra sino por sus consecuencias. Pondría la mano en el fuego porque ahora mismo el equipo de esa pieza está en el Top Five de gente más asustada del mundo.

Ahora Obama debe contraatacar y no, no es algo opinable. En plena carrera presidencial Obama debe dar ejemplo de mano dura sino quiere que se diluyan sus aspiraciones de renovar mandato; los republicanos ya andan haciéndole culpable de lo ocurrido en la embajada estadounidense en Libia. Y de repente entendemos que todo es política, hasta la muerte de varias personas, y todo se vuelve asqueroso, turbio, vomitivo.

Las muertes que vengan (porque vendrán) como consecuencia de todo este maremoto tendrán que ser cargadas a la cuenta de unos creyentes a pies juntillas de lo que otros le cuentan y, no sé por qué, me da que estos mandamases islamistas lo son más de boquilla que de fe. Pero también que le apunten algún muerto a los Estados Unidos que de forma muy cristiana van a guardarse su otra mejilla para golpear a la de su enemigo.

A todo esto, y quien me conozca lo sabe, soy defensor a ultranza de la libertad de expresión pero... cojones míos, ¿no lo sospechabais ni un poquito?

En una carilla: No volver a empezar, otra vez

Ahora que nada hago desearía volver a hacer lo que antes nunca quise. Hoy que mis horarios son demasiado laxos para incumplirlos, añoro el toque de campana de las ocho y media de la mañana, las seis horas que le seguían y la otra campana de fin de cautiverio. Da comienzo el curso lectivo y estoy hecho un ni-ni.

El censo de hijos de Satanás que comúnmente merodea mi barrio empieza a desaparecer y créanme, lo agradezco de corazón. No obstante, esta publicación no trata sobre ellos sino sobre mí y mis ganas de reír entre amigos sin más preocupación que un examen cada cierto tiempo.

Nunca fui mal estudiante pero tampoco me considero un empollón. Tuve la suerte de saber mantener un preciado equilibrio entre aprobar todo y pertenecer a ese grupúsculo de gente que mola en el instituto; en el instituto la bendición es ser el mejor de los peores. Aproveché esa condición lo mejor que supe, que fue bastante, y crecí en amigos, en risas y en todo lo demás; menos en tías. En tías nunca crecí.

El tiempo va discurriendo. Seis años pasan lento cuando quieres escapar de ellos pero demasiado rápidos cuando los dejas atrás. Se te escurren las risas, lo que aprendiste y casi los amigos. A mi se me ha fugado todo.

Ahora que los niños lloran, se quejan o patalean yo daría mil gracias por volver al boquete de donde vine. Crecer no es el chollo que piensas cuando eres niño pero lo comprendemos demasiado tarde.

Quizá piense todo esto porque he terminado la carrera en el peor momento histórico posible y el mercado laboral me levanta el dedo cuando me acerco a él con mis mejores intenciones.
Quizá aconsejaros que sigáis los máximos años posibles bajo el amparo de ser estudiante no sea lo más ético.
O simplemente, quizá sea algo común en los seres humanos: ahora que no puedo, es cuando más quiero.

PD. Madres que tiran Tuppers… ¡Apuntad!

En una carilla: Hoy nada de nada

Hoy debería cumplir con la promesa que me hice unos pocos días atrás: publicar de lunes a viernes una columna para este blog sin otra máxima que desempolvar mis viejos conceptos de redacción e ir haciendo el cuerpo al oficio de escribir. El problema es que no siempre existen temas adecuados para hacerlo.

No puedo escribir sobre el toro de Tordesillas. No puedo porque siento que me hierve la sangre que se derrama sobre su tierra; porque me duelen los lanceros más que las lanzas; porque la palabra fiesta nunca tuvo menos sentido. No os manifestéis con el SAT porque da mala imagen para los potenciales inversores en nuestro país pero podéis atravesar a un animal con lanzas que eso siempre hace bonito.

No puedo escribir sobre la manifestación catalanapor la independencia. No puedo porque aunque agradezco la falta de violencia terrorista en sus peticiones, me pregunto qué sería de ellos sin España. No sé si se habrán planteado que a lo peor, les iría peor.

No puedo escribir sobre el día en que estamos. Soy consciente de que cientos de personas mueren cada día en países subdesarrollados y nadie mueve un dedo pero eso no es incompatible con la congoja que sufrí hoy en 2001. Soy hijo de mi generación y la retrasmisión del horror en directo acaba calando más que las noticias desamparadas, aunque estas sean igual de graves.

No puedo escribir sobre el ejemplo que me supone Andy Murray. Aunque la persistencia en uno mismo aún a la sombra de otros me parezca un modelo de conducta, no puedo escribir sobre ello porque hoy, justamente hoy, juega España. Eclipse de gol.

No puedo escribir sobre Tuppers, entrevistas presidenciales teatralizadas o asesinos con derecho a morir dignamente. No puedo hacerlo porque se me agota la carilla que me doy para hablar sobre todo eso.

Perdónenme si hoy no les hablo de nada.

En una carilla: El cuento de Pedro y Ryanair

“#AventuraRyanair”. Este es el hashtag que utiliza un amigo cada vez que realiza un vuelo con la compañía irlandesa pero a la luz de las últimas noticias, creo que debería evolucionar a cosas como #Rezadvuestrasoraciones o #Aterrizacomopuedas.

Aterrizajes forzosos por falta de combustible o una tripulación que ignora al pasajero parecen motivos más que suficientes para pedir explicaciones a una compañía ya muy cuestionada por sus métodos. A esto se le suma el incidente de las chinches, lo que bien podría ser una broma parodiando a la conocida Serpientes en el avión; la cómica gota que colma el vaso.

Estamos probablemente ante el cuento de Pedro y el lobo en su versión actualizada y aérea. Algún día pasará algo y entonces, ya sin escondernos, gritaremos en los medios que se veía venir, que cómo se les permitía volar y habrá hasta quien asegure que vio un moro subir a aquel avión con un paquete sospechoso.

¿Por qué volamos con ellos entonces? Porque podemos. Veo en Twitter quien espeta: “¿Qué más necesitáis que pase para dejar de jugaros la vida?” Pues dinero; necesitamos dinero. Si se quiere reducir el paro juvenil en nuestro país, que derriben cada vuelo de Ryanair que despegue desde nuestros aeropuertos; casi seguro que el 90 % serán jóvenes con pocos ingresos. Somos modestos hasta para emigrar.

Si no podemos permitirnos los pasajes que ofrecen las compañías de primera línea, tendremos que arriesgarnos con las lowcost. “Me ahorro un pastón y la verdad es que casi nunca pasa nada”, pensamos, “y no voy a tener yo la mala suerte de que me pase a mí”. Por eso en Ryanair casi siempre se aplaude al aterrizar.

Quien esperase una opinión firme sobre el tema va a tener que quedarse esperando porque la verdad es que no la tengo. Supongo que yo sería de los locos que eligen a la compañía irlandesa y eso que me asusta hasta montarme en la noria… Pero mi cuenta corriente me da más miedo.

En una carilla: No Olviden masturbarse

Llego tarde. Del “¡Más follar y menos joder!” al “ver la paja en el ojo ajeno”, los mejores comentarios ya se han escrito, recitado y repetido en los medios de comunicación de masas y de mesas. Llego tarde pero mejor llegar tarde que no llegar… y sobre todo, mucho mejor que irse demasiado pronto.

Que una mujer se masturbe, sea limpiadora de escaleras, concejala de Toledo o reina de España no me parece sino un signo de salud y vitalidad. En cambio, sí me debo avergonzar de aquellos que salen a la calle a proferir insultos en escenas propias de la inquisición como una forma de ocultar a gritos en la calle lo que muestran en silencio en sus hogares.
Que una parte de la población de Los Yébenes, por pequeña que sea, comiencen a gritar “puta” y “zorra” a una mujer por algo que todos hacemos… Eso, permítanme, me preocupa bastante más.

La vergüenza o, mejor dicho la falta de ella, la encuentro en la persona que difunde un vídeo privado con la intención, no lo duden, de hacer daño. El único error achacable a la edil socialista es su falta de criterio a la hora de elegir una persona en quien confiar. Si se confirma que el vídeo se empezó a difundir desde el ordenador de la alcaldía, os juro que quiero oír sus explicaciones.

Ya han dicho que no han contribuido a la propagación MASIVA del video. A lo mejor se lo pasaban entre ellos para imaginar escenas lujuriosas con la señora Olvido entre los asientos del pleno; me imagino la película: Cuando termina un pleno, comienza el desenfreno. En cualquier caso, la vergüenza del difusor debería ser mucho mayor que la de la difundida; Olvido sólo seguía el ejemplo de un país que se alivia como puede.

Siempre defenderé la masturbación como algo sano y natural, divertido y recomendable. A los que quieran lavar sus trapos sucios en la casa de otros les diré que todavía algunos no nos chupamos el dedo. Bueno, a veces sí… Cosas de la lubricación.

Yo personalmente, agradezco a la masturbación lo mucho que me ha enseñado. ¿Cómo iba sino a ser capaz de escribir todo este artículo tecleando con una sola mano?

En una carilla: ¡Angelamerkelízate!

“Señora, perdónalos porque no saben lo que hacen”. De esta bíblica manera me imagino hoy la visita de la señora Merkel a nuestro país; obviamente, ella es Dios y Rajoy el pobre presidente de un país de pecadores. De esta bíblica manera me imagino rogando a nuestro presidente el perdón para un pueblo de pecadores, bandoleros de comercios y, a la vista de eso que llaman Europa, casi revolucionarios anarquistas.

Necesitamos de un superhéroe que nos rescate porque oye, ya que nos van a rescatar, que lo hagan de una forma que quede para el recuerdo. Yo voto porque aparezca un hombre enmascarado en la Moncloa, vestido de verde y con una capa hecha de billetes y grite con acento foráneo: “¡Soy Rescueman, el superhéroe de los rescates! Te dejo dinero para después cobrártelo más caro”. Nos rendiríamos a él: “Oh, gracias Rescueman, gracias por tu interés en ayudarnos”, a lo que contestaría: “No, gracias a vosotros por vuestros grandes intereses hijo”.

Dicen que somos culpables por haber vivido por encima de nuestras posibilidades y oye, puede que sea cierto. No sé muy bien que significa esa afirmación pero supongamos por un momento que somos culpables de ello. Me preguntó yo: lo seremos todos, ¿no? No entiendo dónde queda la moral si el castigo es quedar bajo el amparo de un Robin Hood disléxico.

Hoy Merkel y Rajoy se reúnen para decidir cuál es la mejor forma para darnos “fuerte y flojito”, qué nuevos esfuerzos debemos realizar para sacar este barco a flote. El barco que se nos llenó de rata con camarotes en primera clase y en el que los que debimos ser capitanes, andamos cargados con el carbón para las chimeneas. El motor se nos ha calado y tenemos que ser remolcados hasta orillas que luchamos por abandonar algunas décadas atrás.

Mientras aprendo idiomas y miro ofertas de vuelo me viene a la cabeza algún fragmento chirigotero del año 2000 donde Los de Capuchinos cantaban al son del Juntos de Karina: “Juuuntos, y el euro también, va a se´ un liaso del carajo… Juntos, si España va bien, joé pa´ que nos rejuntamos…” Pues eso.

El penúltimo escalón

Mmm. Hace bastante rato que no pasaba por aquí. Incluso puede que tenga algo a medias… Y lo terminaré. Pero no hoy, no ahora.

Hablemos de risas o, mejor aún, del mágico acto de provocarlas. A veces cargo con ese don (el verbo cargar no es casual) al que respeto y admiro. Voy a enfrentarme al psicólogo que se esconde tras la página en blanco y, por el mismo precio, le regalaré mis pensamientos a quien los quiera leer.

He subido el penúltimo escalón aún sin saber cuál es el último; de hecho, no creo que ni siquiera exista. Todos mis miedos y vergüenzas conchabados dentro de un único acto de valentía: subir a un escenario en mi propia ciudad. Aquellos que hasta hace un par de semanas sabían de mis aventuras cómicas sólo de oídas, por fin tuvieron la oportunidad de comprobar que no mentía y que, bien o mal, conseguí hacer reír.

Puede sonar a contradicción que una persona dispuesta a subir a un escenario para hacer reír a un público sea tímida y hasta miedosa, pero os puedo asegurar que así es. El temor en las entrañas, por crear un símil que pueda ser conocido por todos, recuerda al nudo en el estómago que se siente delante de la persona pretendida, antes de acercarnos a ella con la pregunta fatídica en los labios. ¿Qué puede pasar? Pues que responda que no, que el mundo que habías imaginado se derrumbe y, por ello, sientas que nadie podrá amarte jamás… ¿Y no es demasiada responsabilidad para una pregunta tan pequeña?

Exagerado, lo sé, pero ilustrativo de mis miedos al escenario. Con la primera risa se calman pero, ¿y si esa risa nunca llega? Sinceramente, toda esta absurda bola de nieve me ha llevado a ocultarme artísticamente durante años. Mis actuaciones eran alto secreto, sólo aquellos que me convivían conocían estos eventos y, las veces que podía, ni siquiera ellos acababan por saberlo. ¿Por qué?

Supongo que el miedo a defraudar me ha bloqueado durante demasiado tiempo. Sin falsa modestia molesta, casi siempre he funcionado bien en el escenario pero ¿y si hubiera fallado? Pues no hubiera pasado nada más allá de la sensación de vacío normal de tal momento. Siempre respeto a mi público pero si no los conozco, poco me importa defraudarlos. El problema es cuando esa gente, esas caras que mal veo desde arriba son MI gente. Amigos, amigas, conocidos, familiares… Personas a las que aprecio de una forma u otra y a la que no me gustaría “fallar”. Eran mi último escalón. Uy, perdón. Mi penúltimo escalón.

La oportunidad se presentó en un concurso de monólogos en un pub de Jerez; todos lo conocen por “El Buda” (un sitio bastante bien adecentado para la actuación, la verdad). Dudé durante mucho tiempo si debía apuntarme o no por dos motivos: el ya expuesto miedo al público familiar y mis reticencias a los concursos de monólogos. ¿Cómo se valora lo gracioso? ¿Quién lo es más? ¿Cuentan los chistes? ¿Las reglas existen? Pero eso no son monólogos, ¿no? ¿No son todos esos colegas del jurado? Todo esto y mucho más, son el día a día del mundillo de los concursos de monólogos.

Salvé todas mis reticencias apoyándome en un convencimiento que repetí como un tantra: “¡Es el penúltimo escalón!” Era algo que había que hacer, para bien o para mal, como algo revelador… Y lo hice. En la cuarta semifinal y ante un público bastante numeroso, me tocó por sorteo salir en primer lugar de un total de cinco cómicos (injusto número, debo decir). Tocaba hacerlos despertar, introducirlos al espectáculo y, sobre todo, hacerlos reír. Una troupe de amigos también se acercaron a comprobar si era verdad que yo era capaz de hacer aquello que jamás supieron si hacía.

El resultado lo abreviaré: subí el penúltimo escalón. Cuando rieron la primera vez, los nervios se me escurrieron y el resto del tiempo... sólo hice mi trabajo. Las risas llegaron aunque como siempre pasa, alguna que esperaba no vino y llegó alguna con la que no contaba. Es mágico. El discurso va cobrando la vida que los demás le dan y el trabajo se hace fácil y, lo mejor, divertido. Mi cabeza estaba con mis amigos riendo. Yo estaba encima del escalón.

No conseguí pasar a la final pero eso apenas importa. Gracias a todo lo pasado, he sacado algunas conclusiones que me ayudarán en el futuro; y os contaré la mayoría...

He aprendido, una vez más, que al miedo sólo se le gana cuando lo dejamos perder (pero lo volveré a olvidar)
He aprendido que tengo amigos y maestros geniales: tanto los de dentro como los de fuera de la comedia
He aprendido que Just Enjoy The Show
He aprendido que hay que esforzarse para organizar bien un concurso
He aprendido lo que ya sabía de los concursos
He aprendido que los concursos mienten desde el principio

Ahora… Ya estoy listo para subir el siguiente penúltimo escalón.
 

Paseo Sevillano (Paren las rotativas)


El desfile ha de continuar. No es fácil ir vistiendo a los danzantes de esta procesión con mis mejores palabras, lo que espero disculpe por tardar más que menos en sacarlos a las calles de este blog. El recreo ha terminado. The Show Must Go On!

Al comienzo de una carrera que no me supo llenar (quien sabe si no fui yo el que no supo llenarse de ella) no elegí mal lugar. Darles la mano a completos desconocidos puede salir mal… No fue así. A un lado C, la persona más fea que jamás vi; al otro estaba J, la persona tras el movimiento de orejas. El primero se fue, al segundo lo guardo conmigo.

No es necesario ir tan despacio con todos. Puedo disparar más rápido. B fue la extraña belleza del chándal y la voz dulce; F, el mejor mote de la carrera; P, eras demasiado joven para ella; C, el Gif que aprendió a guiñar; o A, Córboda lejana y sosa on ice.

Recargo, miro y vuelvo a disparar en ráfaga. A, seguro que los macarrones eran feos y largos; J, por tu culpa tuve que tirar mi chupa vaquera; P, gracias por la risa del pueblo (y la mía); I, o cuando rascarse los huevos en clase.

Dos años son muchas mujeres… Vaya por aquellas que sí pero no. Por ejemplo, A y aquellos grandes márgenes que no contaban nada; o J, lo que pasa es que me cuelgo de tus nerviosas piernas. Conocí tarde a G, con tanto de ese algo tan nada; y a C que sufrió la envidia que la afea siendo nueve (y no, no soy gay). Recuerdo vagamente también a H: de no ser por lo que fumabas no te hubiera robado una sola foto.

Pero muchas mujeres… Vaya por aquellas que no pero alguna vez. A, Lina Morgan ha llegado a la ciudad; M, de huir a posar en tres años; C, la sonrisa de la primera dama; S, saberse exuberante… y saber usarlo; C, y el vestido que nunca sabrá; Y, o cómo la revolución llegó pintada de mil colores; inseparable de I, o cómo la revolución se fue a amamantar a otros enfermos. Ah, te lo advierto seriamente N, con mi colega no se juega, por mucho que él sepa de deportes.

Creo que no entendéis lo que son muchas mujeres… Vaya por aquellas que no pero que siempre, sí. M, si te queda así lo que te pones, cómo no será lo que te quitas; B, cuando los pechos son dos (o cuatro); M, o mi problema con las bajitas; A, la sonrisa sexy encarnada en las barricadas; y M, como diría nuestro amigo común: más guapa que cualquiera.

Como quien come dejando lo mejor para el final, voy a soltar lastre primero. I, caramelos para vomitar de risa en mitad de clase; PP, o mi problema, esta vez, con las pelirrojas; A, ganando en ganas pero no en talento; P, el premio a la perseverancia sin echar el frenillo; y C, ni tú te lo crees ni yo te lo creo.

Se acerca el final del plato. Paladeemos pues. Primero un párrafo completo por M, porque mi periodismo lleva su nombre. Por ella sigo odiando a I, por si no lo hice lo suficiente entonces; por ella tuve envidia de A; y por ella bendigo a M, para que la cuide mejor de lo que yo fui dejando de hacerlo.

Los últimos bocados… Siempre especiales. E, te esperaré delante del reloj de la escalera justo antes de naufragar; A, me encantó gemir junto a tus naranjas; M, me quedé con las ganas de canjear mi victoria al Buscaminas; R, la bella simpatía de un roce de pecho; J, para mí siempre con el vestido blanco de tu truco, resaltando lo precioso de tu interior; D, con diferencia, el alma que más extraño (por extraño que parezca); y M, o cómo transformé mi mayor miedo en mi peor error… Lo siento.

Se me han cansado los pies. Cierro el desfile por hoy.

Conecten las rotativas.

Paseo Sevillano (Todo queda en casa)


Suenan los instrumentos de viento, los primeros tamboriles y el cortejo emprende su marcha. Quién lo desee, invitado queda a participar en él. Yo, y esto lo juro, presidiré la expedición totalmente desnudo, aunque cubierto de ropa. Let´s go!

Avanzaré en orden cronológico, pues ordenar almas en base a su importancia sería demasiado difícil y, sobre todo, acusador. Comenzaré así por las personas con las que he convivido de algún u otro modo: compañeros de piso, agregados a través de ellos y demás entes que circundantes al 7 de Fedra. Al fin, importantes todos de alguna forma.

L me hizo sentir envidiado (y odiado) antes siquiera de ser residente; para P fui el jefe responsable que nunca quiso serlo cuando se fue H, de quien soy deudor (y amigo) por toda esta locura. J emigró peor que vino, dejando atrás lo poco interesante que pudo parecer; M me enseñó que se puede ser mucho aparentando bien poco y encontré en M&M a Bonnie and Clyde, o a Chip y Chop, o a cualquier otra extraña pareja.

Me quedaron síntomas. Ahora, cada vez que veo a C creo en la nada recubierta del trato amable; o si pienso en V, vislumbro que la doble F tiene también algo de morboso encanto.

Por culpa de A y N aún no me aclaro. El primero, lobo con piel de cordero aseado; el segundo, trasparente como la mierda. Tras los dos me quedé como al principio, aunque si bien el segundo fue mucho más sucio, el asco me lo dejó el primero… Misterios de la vida.

Me declaro culpable de algo: no más de 20 turnos de limpieza en casi cuatro años de convivencia. Lo ventaja de esto es que cada vez que movías algo, algo hallabas. Por ejemplo, a mi peor mejor amigo encontré en B, extrañamente compatible con A, mi mejor peor amigo. Lo curioso es que aún hoy, años mediante, los puedo seguir definiendo así. Ay… ¡qué C es la vida!

Fui a Sevilla a aprender, y puedo asegurar que aprendí. Quizá no lo que fui a estudiar pero, ¿acaso importa? Por ejemplo aprendí con L que cuando el riesgo funciona, funciona muy bien (o mejor); y con I que los límites entre echar de más o de menos dependen más de la persona que llega que de la que se fue. Normal si te tropiezas con J, también conocido como “nos reímos, contagio y no friego los mangos”. Y, por desgracia, le salió bien. Que lo disfrute con salud.

Aún un par de lecciones me quedaban por apuntar. Gracias a F me reafirmé en mi odio a la impostura cultural: la música clásica en pipa y con bata junto a la chimenea frente a la okupación profesional de espacios con ambientación insoportablemente esnobista. Por obra y gracia de C me dolí como nunca creí que lo haría… y sigo sangrando. Jamás volveré a dudar del poder de las armas del cristianismo.

¡Venga va! Para terminar os regalo una de secretos. A, ambos sabemos que no fue tu hermana quien lo hizo; V, nunca sabrás si hice lo que hice cuando oí lo que oí… pero apuesto a que te gustaría; C, por Madrid te hubiera escrito aquel monólogo y lo que me hubieras pedido.

Uf, por fin el fin. No se me ocurre nada más. Uy perdón que te olvidaba: K, ¡buenas tetas!

Recorriendo Sevilla (Prólogo)


Nada mejor que sentirse perdido para intentar encontrarse allí donde más veces se perdió; quien me conozca lo sabe. Vuelvo a volver sobre mis pasos para vislumbrar el toro pasado de la ciudad que me adoptó. Un gordinflas con ínfulas de periodista que se equivocó de carrera y casi de lugar, antes de comprender que Sevilla daría más de lo que creía quitarme. Sirvan estas líneas por lo aprendido, lo probado y lo vivido.

Los grados que la azotan cada vez que vuelvo a pisarla me turban con mi estancia allí que, echando la vista atrás, fue inmejorable. Una tierra, por muchas joyas arquitectónicas que posea, no tiene sino la importancia de las personas que la rondan. Por ello este homenaje se circunscribe a un recorrido (a mi manera) por las gentes que han sido y/o son parte de mi particular Sevilla. Para homenajes clásicos: himnos, cántigas y pregones.

Gracias a la deidad corpórea pertinente (forma menos cristiana y más pedante de la popular “Gracias a Dios”) en mucho se equivocaron mis primeros compañeros de piso cuando me aconsejaron: “Aléjate de los sevillanos, que tarde o temprano, te joderán”. Jamás se dio el caso, quizá porque nunca me paré a valorar de dónde provenía cada cual. Paradójicamente, aunque cada lugar sea lo que son sus gentes, cada persona no tiene por qué ser lo que mande la fama de su lugar. Gloria por ellos.

Este paseo tendrá diferentes etapas, varias entradas en este blog y muchísimas personas mencionadas. Explicado el qué, relataré el cómo.
Al estilo utilizado en aquel post Las mujeres de mi vida que escribí para mi antiguo blog (¿queda alguien por ahí?), estoy dispuesto a confesar casi todos los pecados pero guardándome a los pecadores… o casi. Cada persona vestirá en este desfile con una simple letra, inicial o no, para luego arrastrar mi pensamiento tras de sí.

Quien no se encuentre, dos opciones: quizá no esté, quizá no haya sabido buscarse. No quedarán ofendidos, puede que sí olvidados, seguro que nadie completamente representado. Al fin, esto es lo que me ha quedado a día de hoy. Señores y señoras esto, más que nunca, va por ustedes…

El sexo filosofal

Vuelvo de nuevo a este blog como ave por primavera para actualizar con un anuncio y un artículo recuperado de mi anterior blog para que los que no lo leyeran en aquel momento tengan ahora la oportunidad de saber con qué clase de calaña se están relacionando... 

Primero el anuncio, breve pero bastante revelador: estoy volviendo a escribir comedia... Sí, no quiere decir nada pero estoy intentando volcarme de nuevo sobre la página en blanco para hacer reír. No sé si nacerá guión, si otro monólogo... Pero tengo ganas de hacerlo porque cuando no hay muchos motivos para sonreír, la mejor solución es fabricarlos uno mismo. No me comprometo a nada porque es el primer paso para no cumplir; sólo anuncio que estoy volviendo a ello.

Ahora el artículo. Era 2008 creo y yo llevaba por aquel entonces una racha de más o menos 20 años sin follar (las he tenido peores, eh). Intentaba usar mi humor y literatura para ligar; nunca funcionó. ¿Por qué? No lo sé, como podéis comprobar, yo me esforzaba lo mío...

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El marco político español (incomparable, como todos los demás marcos) anda últimamente con sus aguas (nunca mejor dicho) un poco revueltas a causa de la llamada guerra del H²O (para no tener que repetir agua, que queda feísimo oiga).

Se ve que las tierras piden soluciones a los problemas que está causando la sequía… Lo comprendo y lo apoyo porque yo, en su momento, también intenté poner solución a la sequía… A la sequía sexual que me azota…

La verdad es que con el tiempo te acostumbras a aguantar y punto, pero he pasado épocas muy duras; que yo, aquí donde me véis, he pasado rachas de hasta 20 años sin follar…

Eso sí, que conste que yo no follo porque no quiero. Porque no quiero pagar.

El asunto es que cuando la necesidad llama a la puerta, hay que agudizar el ingenio o te quedas congelado. Y si no, que se lo digan a DiCaprio en Titanic.

Yo debía buscar una solución a todo este asunto y durante una tarde entera (quien dice una tarde, dice una evening) estuve reflexionando sobre cuál debía ser mi próximo paso/estrategia/método para conseguir meter mi ciruelo/pene/rabo…

Realicé un paseo mental por todas las materias de estudios convencionales y me planteé: ¿cuál de todas estaba pensada para responder a las grandes preguntas del ser humano? Finalmente vislumbre una salida, y no me refiero a una tía muy guarra, sino a una solución para mi problema: La filosofía.

Estaba claro. Una materia que permite responder a la pregunta: “¿Por qué?” con un: “Y ¿por qué no?” era lo que necesitaba.

Dentro de la filosofía, acudí a la lógica para llevar a cabo mi experimento. Para aquellos que no lo sepáis os pondré un ejemplo de lógica filosófica. Se trata de una especie de regla de tres:

- El ser humano respira + Yo respiro = Luego yo soy un ser humano

Como podéis ver, tal y como está formulada, esta secuencia lógica es cierta. Es una secuencia lógica simple. Pues bien, ahora os mostraré cómo utilice este mismo mecanismo, un poco más desarrollado, en una ocasión.

Una vez localizada mi presa me acerqué a ella y le dije: “Mira Nena escúchame atenta porque te voy a demostrar en cuatro pasos que, aunque no lo parezca, estas deseando acostarte conmigo. Escucha:

1. Follando se disfruta + A ti te gusta disfrutar = Luego a ti gusta follar

2. A ti te gusta follar + A las que les gusta follar son unas guarras = Luego tú eres una guarra

3. Tú eres una guarra + Las guarras están deseando follarse a cualquiera = Tú estás deseando follarte a cualquiera

4. Tú estás deseando follarte a cualquiera + Yo soy cualquiera = Tú estás deseando follarme”

Ella me miró algo sorprendida y me contesto de seguido: “Atiende a esto:

- Tú quieres recibir placer + El sexo anal da placer = Luego que te den por culo.”

Otra historia que acabó mal…

Y es que como diría Nacho Vidal: “No es lo mismo acabar jodiendo que jodido”.

Recordando... "Una historia ¿irreal?"

Hoy, con la misma falta de sueño que de imaginación, no tengo cuerpo para escribir una nueva entrada pero, a cambio, os dejo algo interesante. Esto lo escribí en otro blog que tuve (algunos sé que recordaréis este texto) pero creo que aún tiene la latencia suficiente como para volver a ser publicado... ¿O no? 

Esto lo escribí en 2008, cuando apenas era un zagal de 20 años... Pensad, chicos o chicas, lo que habéis cambiado en estos cuatro años; ¿sigo teniendo razón o hemos madurado y lo vemos diferente? Espero comentarios gentucilla de mi corazón.

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Primero, imaginad que sois tías, ¿vale? (Evidentemente, las tías esto no tenéis que hacerlo; y los tíos… dejad de imaginaros con tetas por favor y centraos en la lectura…). Estás disfrutando con tus amigas de una buena noche de fiesta, haciendo botellón y echándote unas risas. Estando a gusto, vaya.

De repente se pone a llover tanto que no puedes ver más allá de dos metros y, en el descontrol de las carreras, se pierden tus amigas y te encuentras corriendo sola por una calle que no conoces bien. Mientras corres con los hombros subidos (no me preguntéis por qué, pero es algo que hacemos cuando llueve) ves, a lo lejos, un local con muy buen aspecto y lleno de clientes. Sobre la puerta, un cartel con neones que anuncia el nombre del local: “Jonnhys”. Corres hacia allí y te colocas en cola para entrar, aunque cuando llegas te das cuenta que es más larga de lo que parecía. Aún así, decides esperar, aunque sea empapándote de lluvia para entrar, porque el local tiene pinta de merecer la pena.

Tras media hora bajo el aguacero, eres la siguiente en entrar. El portero se acerca a ti con rostro serio y te dice: “Son 25 euros”. Sin por favor ni hostias. Pero has esperado demasiado tiempo para echarte ahora atrás así que te resignas (subes los hombros de nuevo) y le sueltas 25 euros al portero. 

Por fin vas a entrar, lo que has sufrido. Abres la puerta y… No se cabe, directamente, no se cabe. El local está más que lleno y es imposible que des dos pasos sin que te toquen las tetas o el culo; o las dos (si sois tíos, os gustará imaginarlo; dejad de hacerlo y comportaos). Consigues llegar hasta la barra y crees que te vas a quedar allí para siempre porque la mierda que tiene casi te deja pegada. Además, de los 5 camareros que la ocupan, ninguno te hace caso. Para colmo la música que suena es el disco que más odias. Llevas allí 15 minutos esperando para pedir y nadie te ha hecho caso, e incluso tienes la sensación de que estaban hablando entre ellos de ti. Te enfadas y gritas. 

El grito, como bien saben los ladrones y violadores, es un recurso barato pero efectivo, así que de muy mala gana se te acerca un camarero y te dice: “¿Qué?”. Aguantas amable y le pides lo que bebas (esto lo dejo a elección del lector, así participamos todos y hacemos ameno y entrañable el relato). Se va a prepararlo, pero no vuelve hasta 10 minutos después. Cuando por fin te lo trae, te dice que es la hora infeliz y que debe cobrarte el doble… Aún sin saber por qué, pagas. El camarero va a darte la copa, pero se le resbala y te la tira encima. Se da la vuelta y se va con el resto de camareros a reírse de la jugarreta que te ha hecho. No puedes más, y te vas.

En la calle ha dejado de llover pero no has dado cuatro pasos y comienza a diluviar de nuevo. Corres (hombros arriba) hacia casa (no conducid ebrios hijos míos) pero te queda demasiado lejos para lo que está cayendo y, justo al cruzar la esquina ves un bareto casi abandonado y con mal aspecto exterior. Sobre la puerta, un cartel de plástico anuncia “Bar Paco”. No quieres, pero no te queda otra opción que entrar.

En el marco de la puerta aparece de pronto el portero y cuando te ves sin otros 25 eurazos, él te dice mientras te sonríe: “Corre, entra, que te vas a pillar una pulmonía”. Justo al entrar, otro hombre se te aparece y te dice: “Chiquilla, dame el abrigo que te lo ponga a secar y siéntate ahí, cerca del calentador”. Miras dentro del local, no hay nadie. Sólo una pareja que te sonríen al verte entrar. 

Todo está limpísimo y, llevaba razón el camarero, que bien se está cerca del calentador. El disco que está puesto es tu favorito (a elección del lector) y el camarero vuelve a donde te sentaste para ver que quieres beber. Se lo pides y en un minuto, lo tienes en la mesa con una sonrisa acompañada de un: “Invita la casa, que has tenido que pasar una noche…”

No sabes qué decir, sólo aceptas y disfrutas durante el resto de la noche de aquel lugar, hasta que ves por los cristales que empieza a amanecer. Te levantas para irte e intentas pagar de nuevo, pero el camarero se niega. Das las gracias y te vas. Ha sido una noche rara y larga, llegas a casa y toca dormir.

Al día siguiente, te reúnes con tus amigas y habláis de todo lo que pasó durante la noche. Todas se fueron a casa mucho antes que tú, así que te toca hablar. Te piden que le recomiendes un sitio de los que viste tú sola el día anterior y sólo atiendes a decir entre gritos de emoción: “Tía, tía, tía, tenéis que ir al Jonnhys”.


Aquí acaba la historia queridos lectores y pensareis, pero Félix mamón (no hace falta insultar señores) ya se te ha ido la cabeza. Esa historia no tiene ningún sentido. Lo sé, amigos, lo sé, pero se os ha olvidado un pequeño detalle: ¡SOIS TÍAS! 

Todo esto que os he legado aquí sirva como metáfora del pensamiento de las tías (diré que del 95 %, por salvar honrosas excepciones) con respecto a los tíos, y que se resume en la genial frase: “No me voy a ir con este tío que no se come un rosco y seguro que me trata como a una reina, sino que me voy a ir con este que le sobran las tías y seguro que me trata como a una mierda”. 

Señores, hombres y muchachada en general que me lee: ¡No quieran ser caballeros! Primero, porque no sirve ya de nada con respecto a las mujeres (¿acaso alguna vez sirvió?); segundo, porque dónde cojones guardas un caballo en tu piso…

P.D. Sí, he usado la palabra “jugarreta” y qué, eh…

Consultorio Elena Francis Lorenzo: ¿Es amor o son gases?

Señores y señoras, tengo el gran honor de inaugurar una nueva sección de este nuestro blog. Con el paso del tiempo he ido comprobando que la humanidad se haya estancada en una serie de preguntas que no hemos sabido responder; hete aquí el motivo de este nuevo espacio.

Abrimos a partir de hoy un consultorio singular en el que no es necesario que nadie pregunte nada (aunque sería muy sexy que lo hicierais) ya que las preguntas respondidas serán algunas de las que el hombre lleva planteándose desde el origen de los tiempos. A saber: ¿Por qué las mujeres se quitan la parte de arriba del bikini para tomar el sol pero para ir al agua se la ponen?; Si los blancos cagamos negro, ¿cagan los negros blanco?; ¿Cómo sabe un ciego cuando ha terminado de limpiarse el hojaldre?; ¿Por qué ese escalofrío que nos entra al mear? Todo un desafío que intentaré abordar desde mi experiencia personal y el más recto y docto conocimiento científico/humano al que he tenido acceso durante mis 24 años de existencia.

El funcionamiento es el siguiente. Cada vez que esta sección aparezca por aquí, plantearé una cuestión a la que intentaré dar respuesta a través de unos sencillos pasos. Una vez comprobados, toda persona será capaz de resolver la pregunta planteada desde su propia experiencia. Fácil, ¿verdad? Pero no divaguemos más en presentaciones y vayamos al primer caso del Consultorio de Elena Francis Lorenzo.

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Ay, l´amour… A todos nos ha pasado… O no. Porque a veces ocurre en la vida que crees estar enamorado de una chica hasta el tuétano pero a la postre resulta no ser más que una mezcla de sensaciones con capacidad para producir el llamado efecto “cuelgue” o “encoñamiento”.

El encoñamiento, aplicable en frases del tipo: “A ti lo que te pasa es que estás encoñao con la Yoli”, puede dejar terribles secuelas en un hombre haciéndole derrochar gran parte de su tiempo y energía en intentar impresionar a la persona equivocada. Hoy, a través de la realización de tres sencillas comprobaciones, vamos a acabar de una vez y para siempre con este estigma. Respondamos: ¿Estoy realmente enamorado?

1      1. Todos tenemos un pasado

Una afirmación simple y certeza que nos servirá de base para empezar a comprobar si eso que sentimos en el estómago cuando la vemos es amor o simplemente gases. No me miren mal, las sensaciones de ambos estados son muy similares: notas que algo empieza a crecer dentro de ti y cuando desaparece, su recuerdo te persigue durante un tiempo.

Necesitamos empezar a aclararnos y para ello, lo mejor será conocer a nuestro “enemigo” (porque si la policía denomina enemigos a los estudiantes, ¿por qué no voy a poder yo llamárselo a la persona amada?). Para ello, tendremos que averiguar todo lo que podamos sobre la chica en cuestión: amistades, antiguas parejas, gustos musicales, braga o tanga… De todo.

Podría parecer que esta labor es contranatura a la confianza que debe depositar un enamorado pero eso sólo son cagaditas morales de baja estofa. Cotilleemos cada rincón de su vida, de su alma. Os recomiendo para ello que uséis las redes sociales que no son más que el escaparate cibernético de nuestra vida (creedme, si Sherlock Holmes existiera ahora mismo, Facebook sería su nueva lupa).

Entre toda su vida encontraremos elementos discordantes a nuestra forma de pensar y eso amigos, eso es bueno. Porque gracias a ello vamos a empezar a comprobar si estamos realmente en los brazos del amor. Me explico con un ejemplo: Imagina que encuentras una foto de ella abrazada a otro tío que probablemente se la tiró usando posturas sexuales poco decorosas… Ahora respóndeme: ¿Te duele la barriga?, ¿Tienes fatiga?, ¿Lo matarías lentamente? Si no dudas al responder que sí, podemos decir sin ambages que estás un paso más cerca del amor verdadero.

Amor es dolor amigo…

2.       2. Ella también caga

Parece obvio pero son muchas las ocasiones en que esta verdad ineludible aparece solapada por nuestros (posibles) sentimientos. Lo sé, ella es guapa, elegante, refinada… pero también excreta. Es humano y ella, como mujer que es, también lo hace. En caso contrario estaríamos ante un ciborg y la fórmula para saber si amas o no a un ciborg la trataremos en otra ocasión.

Basándonos en este dato, la prueba a realizar es sencilla. Cierra los ojos durante unos segundos, piensa en ella e imagina esta situación: “Ella, sentada en el escusado, intenta sacar la leña al patio realizando para ello valerosos esfuerzos. No siempre es fácil soltar lastre. Realiza alguna mueca de esfuerzo como la de quien carga con un saco de cemento y finalmente suena un pedo que marca el inicio del festival. El proceso de descomer continúa durante unos segundos para concluir con un último retal de caca (también llamado “el complementario”) que cae desprendido al agua y que suena como una gota de lluvia salpicando en el alfeizar del aparato excretor. Como consecuencia de ello, el agua salpica haciendo las veces de papel higiénico (con el consiguiente ahorro que ello supone para la economía familiar en tiempos de crisis).”

 Abre los ojos y responde a esta pregunta: A pesar de lo que has visto… ¿Te gustaría besarla en este mismo momento?, ¿Deseas que te acaricie con sus manos humanas y culpables? Si tu respuesta es “sí”, estás a un solo paso de poder afirmar que Cupido te ha tocado el corazón.

3.       3. Simúlala con tus manos

Ella está muy buena y eso te pierde. Es normal. Que una mujer provoque el llamado palotismo en un varón es algo humano y hasta diría que sano. No obstante, que una mujer con su gracejo natural y sus buenas hechuras provoque la inflamación del apéndice cárnico que Dios nos colocó entre las piernas no siempre significa que estemos enamorados.

El aroma, los andares, la forma de hablar y hasta de mirar de una mujer  puede provocar que el hombre pierda el control de su soldado purpúreo, alcanzando este cotas de dureza y grandiosidad raramente igualables por ningún otro material tan maleable. En román paladino, tenerla como el cuello de un cantaor o tenerla para colgar albornoces.

Este miembro ya citado es, al mismo tiempo, la cara y la cruz, el infierno y la gloria del hombre desde sus albores. Capaz de anular la voluble voluntad de un hombre así como de nublar sus pensamientos, debemos acallarlo a la hora de preguntarnos si estamos realmente enamorados.

El proceso es sencillo, lo has repetido una y mil veces truhán. Vuelve a cerrar los ojos e imagínala, tan perfecta y deseable como sabes que es, insinuándosete en ese lugar en el que sueles cruzarte con ella. ¿Lo tienes? Pues a masturbarse toca.

Contrariamente a lo que cuentan, el denominado Cinco contra Uno es un proceso revitalizador y depurativo. Castigar al calvo de forma periódica reduce las probabilidades de sufrir cáncer de próstata (probablemente el único dato que no me he inventado en este artículo), ayuda a mantener una vida sexual activa y, sobre todo, da un gustazo impresionante.

Por contrapartida, los hay que argumentan que zurrarse la banana provoca la aparición de acné así como una pérdida total de la visión. Nada de eso es verdad amigos pero hay gente a la que le gusta ver la paja en el ojo ajeno…

Supongo que os preguntaréis, ¿por qué es útil acariciar el cetro del amor para saber si estoy enamorado? Es fácil. En infinidad de ocasiones el hombre, después de eyacular, cambia de parecer. Satisfecho por la correcta contracción de sus gónadas donde dijo digo dice Diego. En esta característica reside la validez de esta prueba de amor. Veámoslo.

¿Has terminado? Me alegro. Ahora límpiate bien (por el amor de Dios). Y plantéate las siguientes cuestiones: ¿Sigues queriendo quedar con ella ahora mismo?, ¿Tienes tantas ganas de verla como antes de estrujarle el cuello al ganso? Si tus respuestas han sido afirmativas… ¡Enhorabuena! Es amor, lo que tú sientes, no se llama obsesión.

Luego está el temario de saber si le gustas a ella pero ese es otro tema y tendréis que volver al Consultorio de Elena Francis Lorenzo para poder responderla con seguridad.

MUJER contra mujer

Porque todo nace de ellas, incluso los falsos cojones que creen tener quienes las golpean con sus masculinas manos. Porque hasta los hombres más hombres pueden creer que lo son porque nacieron de una mujer. Porque las respeto; por eso no lo entiendo.

Porque no es casualidad que la vida y la muerte se escriban con género femenino. Y la felicidad, la risa, la belleza… Al fin, todo lo que valoro, defiendo y me importa. Porque las quiero; por eso no lo entiendo.

Porque por ellas he sufrido mis aciertos, celebrado mis errores… y volverme a equivocar con mis más ciertas razones. Me hacen o deshacen, pero nunca me dejan indiferente. Porque las venero; por eso no lo entiendo.

Porque envidio que nunca seré amado como se ama a una madre, habiendo yo querido de esa manera. Por lo que las echo de menos; por lo que las echaré… Porque me enamoran; por eso no lo entiendo.

No lo comprendo y quizá sea sólo mi problema. Supongo que debía estar ausente el día que decidieron que la mujer también podía hacer las veces de artilugio decorativo. Sólo enciende la televisión y déjate cautivar por las llamadas “mujeres florero”, reminiscencias de pasarela al servicio del espectáculo catódico.

Me bastan un par de ejemplos para ilustrar mi incomprensión. Usaré humor duro porque me gusta pensar que el humor hace las veces de lejía para las conciencias: desinfecta pero también puede dejar mancha. Algo siempre queda que diría aquel… Manchemos pues.

Programa de éxito actual, premios Ondas, TPs… Y, por qué no decirlo, a mí me sabe enganchar. Hablamos de Atrapa un Millón, hablo de sus primeros minutos. Es entonces cuando se produce la llegada de la pareja de concursantes acompañados por la chica que hace las veces de azafata y que tiene a bien contarnos a la audiencia a qué se dedican, cómo se llaman y de dónde proceden los participantes. FIN. Todo lo que hace esa chica en el programa es eso y, al final del mismo, repartir por igual besos y juegos de mesa.

Sinceramente, me surgen muchas preguntas… Si me vas a contar cosas de alguien que tienes justo a tu lado, ¿no sería más efectivo que me lo contase él mismo? ¿Cuánto cobra? ¿Cómo se justifica este sueldo? ¿Será que desgrava? A mí, o me muestran pruebas de que esta chica está ahí porque no tiene otra cosa que hacer por las tardes y que cobra en abrazos o creo que debo quejarme. La única explicación aceptable sería esa, que a la mujer le hacen el favor de dejarla participar porque se le cae la casa encima.

Ejemplo claro y conciso de mi exposición, ¿verdad? Pues los tengo más sangrantes aún. Saquemos a la luz La ruleta de la fortuna (en realidad se llama “de la suerte” pero a mí me gustan más los clásicos), ese concurso en el que, aquí sí estoy seguro, el público también desgrava. Qué canticos, qué forma de vivir cada tirada, qué versiones creadas para la ocasión, qué… asco dan. Pero ese no es mi objetivo (al menos, no lo será hoy).

Fijemos nuestra atención en el panel. Una sonrisa lacia acompaña la aparición y desaparición de nuestro impecable abecedario. Sí, es ella, la increíble, la única, la incomparable… ¡LA MUJER CON EL TRABAJO MAS TONTO DEL MUNDO! Todos sabemos de quien estoy hablando... A mí, que un ser tonto e imaginativo a pachas, me gusta imaginarme las posibles conversaciones que tiene esta muchacha con sus amigas.

Ejemplo de conversación 1

-    Amiga: Hoy, en el hospital donde trabajo, le hemos salvado la vida a una chica embarazada que había sufrido un accidente de tráfico.
-    Azafata de la ruleta: Pues eso no es nada. Yo hoy he puesto la mano sobre un cuadrado que creía que iba a tener una vocal y ¿adivináis qué? ¡TENIA UN ACONSONANTE! Ja, ja. Qué risas luego…

Ejemplo de conversación 2

-     Amiga: Hoy, en la guardería donde curro, los niños me han fabricado una tarta de plastilina porque les he contado que era mi cumpleaños… ¡Y querían que me la comiera!
-      Azafata de la ruleta: Pues eso no es nada. Yo hoy tenía que caminar de derecha a izquierda para resolver un panel, me he despistado un poco y casi empiezo a caminar de izquierda a derecha. Ja, ja. Qué risas luego…

Y ya está. No puedo poner más ejemplos de conversaciones porque esta chica no hace otra cosa en su trabajo. Sólo caminar de izquierda a derecha y de derecha a izquierda y darle con la manita a un panel que para colmo, ni siquiera es táctil.

Más dudas me asaltan… ¿En serio? ¿Qué mierda de trabajo es aquel en el que lo más emocionante que te puede pasar es que te tropieces? ¿Qué siente esta chica realizando un trabajo a sabiendas que hasta un mono podría hacerlo? En realidad, sólo se me ocurren dos tipos de personas que no pudieran desempeñar esta labor: los enanos, porque no llegarían a la parte superior del panel y los mancos, aunque no puedo negar que me haga gracia imaginarlos descubriendo el panel a cabezazos.

Amigos, esta es la realidad. Profesiones para mujeres derivadas de las míticas chicas del telecupón, esos jóvenes abortos de modelos que se mostraban nerviosas ante la inminente venida de la bola. Comprendamos sus nervios, no todo el mundo sabe contar de cero a nueve… Ah, no, espera, ¡que sí que todos sabemos! Ah, no, espera, ¡que no hace falta, que ya lo pone en la bola!

Y quiero hacer constar que mi crítica no va dirigida a estas chicas a las que no se puede culpar más que de no quererse a sí mismas lo suficiente. Mi crítica se dirige a las mentes preclaras que las pusieron ahí pero, aún más si cabe, para los que las vemos y ni siquiera reflexionamos acerca de esto.

Lo dicho, sueldos justificados en mujeres con flor. Sí, con flor, porque esto sucede sólo con mujeres atractivas. Si no naciste florero sino jarrón o macetero, olvídate. Las feas en televisión son cascarón de huevo… A las feas siempre les quedará la radio y las películas pornográficas para invidentes.

Habrá quien vea ahora que soy demasiado crítico y que peor sería no tener trabajo… Puede ser pero qué quieren que les diga, a mí que se utilice una mujer donde bien valdría un maniquí, como que no.

Pero de verdad, no me hagan mucho caso. Ya les advertí que seguramente sólo sea problema de mis entendederas que andan aún convencidas de que una mujer es mucho más que todo eso. 

Porque caminan derrochando vida incluso a los que hace mucho que nacimos; incluso las que nunca tendrán hijos. Porque conozco de lo que es capaz una mujer porque sé de lo que ha sido capaz mi madre. Por eso, amigos míos, no lo entiendo.