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Admivia: Miguel Roselló, amante y señor

Envidia. Lo siento como algo común pero no por ello nocivo, al menos, no siempre. En realidad, no soy un bicho raro en ese aspecto; creo que a todos nos pasa. Ves a alguien con talento y lo envidias por no poder robárselo porque, cuando repartieron algunas de las bondades que más admiras, se olvidaron de ti. Por analogía, la misma cosa se va a llamar de dos formas diferentes: mi envidia no es más que admiración. Admivia (o enviración).

Ya escribí en este blog acerca de uno de esos tipos benditos con mi más profunda Admivia. Bajo el título Y prejuicio (por seguir el rollo de mi gran amigo Juanma Suárez) escribí una loa a Tappy, al que seguiré llamando Jefe/Amigo a partes iguales, aunque ya no lo sea.

Tengo algunos más de estos personajes. Hoy nace de estas letras otra ración de Admivia y lo mejor de todo es que sé que él no sabía que esto ocurriría (aunque conozco demasiado su ego como para saber que le encanta leerme sobre él). Señoras y señores, tengan el honor de conocer a “Miguel Roselló, amante y señor”.

Tranquilos, tranquilos, siéntense y escuchen (o lean). En primer lugar quiero dar a valer la aparición de este artículo en los términos en que lo hace. Existen dos factores que ilustran la importancia que le concedo al mismo.

  1. Tengan en cuenta que más de la mitad de mis lectores no conocen a este individuo y eso hará que no resulte de interés para ellos. Aún así, sin resultar un reclamo para mis visitas, lo escribo y publico.
  2. Quienes conozcan mi relación con Miguel sabrán que en absoluto somos lo que se viene a llamar “mejores amigos”. No me malinterpreten, lo considero un buen tío pero en estos años que han corrido desde que lo conozco no nos hemos tratado demasiado. Lo podría lamentar o no, pero eso lo dejo a mi elección y lo hecho, hecho está. En cualquier caso, que no sea mi amigo del alma le confiere a esta entrada valor de Admivia pura y dura, sin cortapisas, sin peloteos.

Entonces, si no voy a conseguir más lectores (quizá ni los asiduos acaben esta entrada) y si no persigo perpetuar una amistad… ¿Por qué lo hago? Amigos, creo que en este caso se trata de una cuestión de humildad, de saber ver en los demás algunas de las virtudes que me gustaría ver en mí, sin enmascararme en excusas. Escribo esto porque sentía ganas de hacerlo, necesidad de aplaudir a otra persona y decir: “Chaval, llegarás lejos”. Sinceramente, escribo esto porque no me apetecía mentir.

Una vez dicho esto, puesto en el momento de comenzar mi perorata… No sé qué decir. No tengo un orden literario para este blog así que iré saltando de tramo en tramo sin orden cronológico aparente. Perdonen la torpeza.

Empezaré por las primeras apariencias que para algo establecen el nuevo orden mundial. Miguel Roselló me pareció al conocerlo un tipo exasperante, con complejo de sabelotodo y un importante afán de protagonismo (ya les dije que no somos amigos del alma y que no me apetecía mentir). Una suerte de gafapasta 2.0., aunque sin gafas. Toda la cultura friki de este lobby tan peculiar al servicio de un personaje con problemas de atención y con complejo: “Eh, miradme, sí, soy yo”. Creedme si os digo que Miguel Roselló es, a ratos, la persona más parecida a un dibujo animado que he conocido nunca.

Sí lo conozco un poco no se sorprenderá de que escriba esto y hasta le gustará reconocerse en esta descripción a primera vista. Si no le gusta, que se joda; este es el precio a pagar por aparecer “homenajeado” en mi blog.

Así hubiera quedado el paso de Roselló por mi vida de no ser porque teníamos amigos en común y nos tocó trabajar juntos. Comprendí la paradoja: Miguel Roselló es como es porque le da igual lo que piensen los demás pero en realidad se trata de todo lo contrario porque desprender la apariencia de que somos como somos es también una forma de aparentar, una impostura. La cuadratura del círculo: Miguel Roselló no es como es, sino que es como quiere ser. ¡BRAVO!

Y la cosa no hubiera pasado de ahí y jamás hubiera nacido esta entrada en mi blog de no ser por la fugaz aparición del siguiente pensamiento en mi cabeza: “Este chaval que nada tiene que ver conmigo… ¿No sé parece demasiado a mí?”. Quizá sea esta la clave de este artículo, la confesión escondida y su piedra Roseta.

Compartimos sentido del humor. Siempre lo he dicho y lo mantendré siempre: se me conquista por el humor. Mi máxima: Si nos hemos reído juntos, ya no te olvidaré. Dicho entre lírica y frase de superhéroe: “Nunca olvido una risa”

Miguel Roselló tiene muchas amigas, desde la distancia que nos separa diría que más que amigos (que no sé si mejores). Las trata bien, les hace regalos y se vuelve un tipo encantador. Las conquista definitivamente… como amigo. Creo que es la persona con la que más claramente he sentido que comparto eso.

Quizá me equivoque pero creo que a ambos nos ocurre que nos place ser caballeros sin pretensiones, nos gusta encantar y ahogarnos en la orilla. Nunca pasa nada y, la mayoría de las veces, ni siquiera lo buscamos pero nos pierde ser unos gentlemans de la amistad. Conquistamos para otros y, por decirlo de una forma que todos podamos entenderlo: somos el amigo gay heterosexual.

Puede contradecirme y aceptaré su renuncia pero lo imagino ahora mismo sonriendo y diciendo: “Pues es verdad, así soy…”. La diferencia entre los dos es que yo soy un casquivano y él me gana por goleada. Tiene la constancia que envidio y será porque lo siente de verdad. Yo me creo más un Don Juan en estas lides (y créanme que lo odio). Admiro que sepa aguantar lo que yo sólo acierto a perder.

Y para no mentirme y, por ende, mentiros; creo que sería como él si mis días tuvieran 48 horas (y los suyos se mantuvieran en 24). Desprende la sensación de no hacer nada y sin embargo, nada deja de hacer. En el último curso de nuestra carrera era una puta plaga, un virus; un niño hiperactivo con un mando para controlar el tiempo. Estarán de acuerdo los que compartieron ese año conmigo en que, si debe llevar un nombre todo lo que hicimos en ese curso, debería ser el suyo. Envidia.

No paraba ni un segundo, terror de mediometrajes, galas y demás eventos. No podías huir de él. Y sin embargo, con talento (y mucho). Si mis días tuvieran 48 horas quizá habría conseguido reunir piezas de ganas y talento para parecerme a él. Quizá esa frase pueda resumir todo lo que siento, toda mi Admivia.

Por eso, para terminar debo/quiero reconocer toda la grandeza de Miguel Roselló, todo su talento y persistencia. Escribiendo, dibujando, en teatro o hasta siendo mejor amigo. ¡BRAVO! Sé que te irá bien compañero y lo mejor, es que sé que lo mereces.

PD. A pesar de todo esto, Miguel Roselló tiene algunas cosas malas pero, sin duda, la peor de todas es que no sabe escribir en su blog entradas con un tamaño humano… Compruébenlo en THE R LOUNGE

1 comentarios:

Sofía Navarro dijo...

¡BRAVO! Qué grandes que sois los dos... Os achucho mentalmente todos los días.
Por cierto, con el P.D. me he reído mucho. Normal que no tenga Twitter, se corta las venas.