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Consultorio Elena Francis Lorenzo: ¿Es amor o son gases?

Señores y señoras, tengo el gran honor de inaugurar una nueva sección de este nuestro blog. Con el paso del tiempo he ido comprobando que la humanidad se haya estancada en una serie de preguntas que no hemos sabido responder; hete aquí el motivo de este nuevo espacio.

Abrimos a partir de hoy un consultorio singular en el que no es necesario que nadie pregunte nada (aunque sería muy sexy que lo hicierais) ya que las preguntas respondidas serán algunas de las que el hombre lleva planteándose desde el origen de los tiempos. A saber: ¿Por qué las mujeres se quitan la parte de arriba del bikini para tomar el sol pero para ir al agua se la ponen?; Si los blancos cagamos negro, ¿cagan los negros blanco?; ¿Cómo sabe un ciego cuando ha terminado de limpiarse el hojaldre?; ¿Por qué ese escalofrío que nos entra al mear? Todo un desafío que intentaré abordar desde mi experiencia personal y el más recto y docto conocimiento científico/humano al que he tenido acceso durante mis 24 años de existencia.

El funcionamiento es el siguiente. Cada vez que esta sección aparezca por aquí, plantearé una cuestión a la que intentaré dar respuesta a través de unos sencillos pasos. Una vez comprobados, toda persona será capaz de resolver la pregunta planteada desde su propia experiencia. Fácil, ¿verdad? Pero no divaguemos más en presentaciones y vayamos al primer caso del Consultorio de Elena Francis Lorenzo.

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Ay, l´amour… A todos nos ha pasado… O no. Porque a veces ocurre en la vida que crees estar enamorado de una chica hasta el tuétano pero a la postre resulta no ser más que una mezcla de sensaciones con capacidad para producir el llamado efecto “cuelgue” o “encoñamiento”.

El encoñamiento, aplicable en frases del tipo: “A ti lo que te pasa es que estás encoñao con la Yoli”, puede dejar terribles secuelas en un hombre haciéndole derrochar gran parte de su tiempo y energía en intentar impresionar a la persona equivocada. Hoy, a través de la realización de tres sencillas comprobaciones, vamos a acabar de una vez y para siempre con este estigma. Respondamos: ¿Estoy realmente enamorado?

1      1. Todos tenemos un pasado

Una afirmación simple y certeza que nos servirá de base para empezar a comprobar si eso que sentimos en el estómago cuando la vemos es amor o simplemente gases. No me miren mal, las sensaciones de ambos estados son muy similares: notas que algo empieza a crecer dentro de ti y cuando desaparece, su recuerdo te persigue durante un tiempo.

Necesitamos empezar a aclararnos y para ello, lo mejor será conocer a nuestro “enemigo” (porque si la policía denomina enemigos a los estudiantes, ¿por qué no voy a poder yo llamárselo a la persona amada?). Para ello, tendremos que averiguar todo lo que podamos sobre la chica en cuestión: amistades, antiguas parejas, gustos musicales, braga o tanga… De todo.

Podría parecer que esta labor es contranatura a la confianza que debe depositar un enamorado pero eso sólo son cagaditas morales de baja estofa. Cotilleemos cada rincón de su vida, de su alma. Os recomiendo para ello que uséis las redes sociales que no son más que el escaparate cibernético de nuestra vida (creedme, si Sherlock Holmes existiera ahora mismo, Facebook sería su nueva lupa).

Entre toda su vida encontraremos elementos discordantes a nuestra forma de pensar y eso amigos, eso es bueno. Porque gracias a ello vamos a empezar a comprobar si estamos realmente en los brazos del amor. Me explico con un ejemplo: Imagina que encuentras una foto de ella abrazada a otro tío que probablemente se la tiró usando posturas sexuales poco decorosas… Ahora respóndeme: ¿Te duele la barriga?, ¿Tienes fatiga?, ¿Lo matarías lentamente? Si no dudas al responder que sí, podemos decir sin ambages que estás un paso más cerca del amor verdadero.

Amor es dolor amigo…

2.       2. Ella también caga

Parece obvio pero son muchas las ocasiones en que esta verdad ineludible aparece solapada por nuestros (posibles) sentimientos. Lo sé, ella es guapa, elegante, refinada… pero también excreta. Es humano y ella, como mujer que es, también lo hace. En caso contrario estaríamos ante un ciborg y la fórmula para saber si amas o no a un ciborg la trataremos en otra ocasión.

Basándonos en este dato, la prueba a realizar es sencilla. Cierra los ojos durante unos segundos, piensa en ella e imagina esta situación: “Ella, sentada en el escusado, intenta sacar la leña al patio realizando para ello valerosos esfuerzos. No siempre es fácil soltar lastre. Realiza alguna mueca de esfuerzo como la de quien carga con un saco de cemento y finalmente suena un pedo que marca el inicio del festival. El proceso de descomer continúa durante unos segundos para concluir con un último retal de caca (también llamado “el complementario”) que cae desprendido al agua y que suena como una gota de lluvia salpicando en el alfeizar del aparato excretor. Como consecuencia de ello, el agua salpica haciendo las veces de papel higiénico (con el consiguiente ahorro que ello supone para la economía familiar en tiempos de crisis).”

 Abre los ojos y responde a esta pregunta: A pesar de lo que has visto… ¿Te gustaría besarla en este mismo momento?, ¿Deseas que te acaricie con sus manos humanas y culpables? Si tu respuesta es “sí”, estás a un solo paso de poder afirmar que Cupido te ha tocado el corazón.

3.       3. Simúlala con tus manos

Ella está muy buena y eso te pierde. Es normal. Que una mujer provoque el llamado palotismo en un varón es algo humano y hasta diría que sano. No obstante, que una mujer con su gracejo natural y sus buenas hechuras provoque la inflamación del apéndice cárnico que Dios nos colocó entre las piernas no siempre significa que estemos enamorados.

El aroma, los andares, la forma de hablar y hasta de mirar de una mujer  puede provocar que el hombre pierda el control de su soldado purpúreo, alcanzando este cotas de dureza y grandiosidad raramente igualables por ningún otro material tan maleable. En román paladino, tenerla como el cuello de un cantaor o tenerla para colgar albornoces.

Este miembro ya citado es, al mismo tiempo, la cara y la cruz, el infierno y la gloria del hombre desde sus albores. Capaz de anular la voluble voluntad de un hombre así como de nublar sus pensamientos, debemos acallarlo a la hora de preguntarnos si estamos realmente enamorados.

El proceso es sencillo, lo has repetido una y mil veces truhán. Vuelve a cerrar los ojos e imagínala, tan perfecta y deseable como sabes que es, insinuándosete en ese lugar en el que sueles cruzarte con ella. ¿Lo tienes? Pues a masturbarse toca.

Contrariamente a lo que cuentan, el denominado Cinco contra Uno es un proceso revitalizador y depurativo. Castigar al calvo de forma periódica reduce las probabilidades de sufrir cáncer de próstata (probablemente el único dato que no me he inventado en este artículo), ayuda a mantener una vida sexual activa y, sobre todo, da un gustazo impresionante.

Por contrapartida, los hay que argumentan que zurrarse la banana provoca la aparición de acné así como una pérdida total de la visión. Nada de eso es verdad amigos pero hay gente a la que le gusta ver la paja en el ojo ajeno…

Supongo que os preguntaréis, ¿por qué es útil acariciar el cetro del amor para saber si estoy enamorado? Es fácil. En infinidad de ocasiones el hombre, después de eyacular, cambia de parecer. Satisfecho por la correcta contracción de sus gónadas donde dijo digo dice Diego. En esta característica reside la validez de esta prueba de amor. Veámoslo.

¿Has terminado? Me alegro. Ahora límpiate bien (por el amor de Dios). Y plantéate las siguientes cuestiones: ¿Sigues queriendo quedar con ella ahora mismo?, ¿Tienes tantas ganas de verla como antes de estrujarle el cuello al ganso? Si tus respuestas han sido afirmativas… ¡Enhorabuena! Es amor, lo que tú sientes, no se llama obsesión.

Luego está el temario de saber si le gustas a ella pero ese es otro tema y tendréis que volver al Consultorio de Elena Francis Lorenzo para poder responderla con seguridad.

2 comentarios:

Ángela Olaya dijo...

Muy bueno Félix, como de costumbre. Me encanta tu nueva sección, una gran idea!

Sofía Navarro dijo...

Espera, espera, espera... ¿Insinúas que Sherlock Holmes no existe?